El olfato es el sentido con mayor memoria: pan fresco en la casa de la abuela, las flores de la casa de la vecina en la
primavera, y el aire lleno de polución en Caracas. Cada uno de esos olores me traen recuerdos especiales y provocan todas las emociones que viene con cada uno.
Escuchar a Dios por los olores de la naturaleza es una manera obvia de escuchar a Dios por el sentido del olfato.
Pablo compara la visita de Epafrodito y los regalos mandados por los filipenses con un olor fragante, como los sacrificios que los israelitas hicieron a Dios (Fil. 4:18, RV60).
18 Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.
¿Qué ofrecemos al Señor que es como un olor fragante delante de Él?
¿Cómo son Sus palabras como olor fragante para ti?
Una de las historias más poderosas en las que escuchamos la respuesta de Dios, comprobada por el sentido de olfato, se encuentra en Daniel 3. Te animo a leer todo el capítulo antes de resaltar unas partes específicas para el ejercicio de escuchar hoy.
Apuntes de Daniel 3:
Después de negar adorar a la estatua dorada, vemos la res-puesta de los tres judíos, siervos de Dios en Daniel 3:16-18 (NVI).
16 Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor:
―¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! 17 Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede
librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. 18 Pero, aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua.
¡Guao! ¡Qué fe! Pero no termina la historia allí, ni es el enfoque para el escuchar hoy.
Daniel 3:26-27 (NVI)
26 Dicho esto, Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno en lla-mas y gritó:
―Sadrac, Mesac y Abednego, siervos del Dios Altísimo, ¡salgan de allí, y vengan acá!
Cuando los tres jóvenes salieron del horno, 27 los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros reales se arremolinaron en torno a ellos y vieron que el fuego no les había causado ningún daño, y que ni uno solo de sus cabellos se había chamuscado; es más, su ropa no estaba quemada ¡y ni siquiera olía a humo!
Fogatas, hornos de leña, o cualquier fuente de fuego, sin importar lo lejos que me siento de las llamas, mi ropa y mi cabe-llo terminan oliendo a humo después de pocos momentos.
Pero para Sadrac, Mesac, y Abednego, “ni siquiera olía a humo.”
¿Cuál fue el mensaje de Dios ese día para todos, testificado por el sentido de olfato? (O por la manera en la que Nabucodonosor lo expresó en su declaración en Dan. 3:28-29).
El poder de Dios es sin igual. Y ninguna circunstancia puede impedir Su capacidad para salvar. Que esa verdad sea como olor fragante y palabra animadora para ti hoy.
Otros apuntes, pensamientos, o dibujos al escuchar por el sentido de olfacción:
Este pasaje tomado de Llamada a Escuchar, Cuarenta días de devoción, por Michelle J. Goff.
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