El temor fue fuerte ese día domingo en el mes de enero. No temía pasar cinco días a solas con Dios. No temía encontrar el tiempo o la inspiración a escribir, aunque estaba segura de que Satanás me iba a atacar con temor allí también. Lo que temía era poder llegar a la cabaña en las montañas llenas de nieve en mi pequeño carro. Y temía no poder hacer un fuego en la estufa para calentar la casa y mis dedos dado que iba a estar tipeando mucho.
El temor es una tremenda herramienta de Satanás y le encanta atacarnos cuando somos más débiles. Luché con muchos temores durante ese viaje. Aunque intelectualmente reconocía la fidelidad de Dios, las dudas y los temores me abrumaron.
Entonces, al ver el fuego que sí logré hacer en la estufa, recordé la capacidad del fuego para quemar todas las imperfecciones y su poder para calentarnos. El amor de Dios y Su misericordia en medio de mis temores me calentaron y me alimentaron.
En contraste al fuego, el temor es como un frío que penetra nuestro cuerpo. Nos puede conmover hasta el fondo. Sin embargo, Dios es un fuego consumidor (Hebreos 12:29), un fuego que refina (Malaquías 3:2-3), y nos promete un reino inconmovible (Hebreos 12:28). ¡Que tremendas promesas!
¿Cómo puedes recordar esas verdades para combatir un temor en tu vida?
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