Mi nombre no es Rosa. Y no estoy casada con un hombre con el apellido Hierro. Entiendo la confusión entre mis amigas latinas. Si me conocen por primera vez y no saben mi nombre, pero han oído del Ministerio Hermana Rosa de Hierro… pues, ya todas me entienden.
Me llamo Michelle Goff, pero no me ofendo si me confunden y me llaman Rosa o Rosa de Hierro. He llegado a ver la confusión como una oportunidad para recordar mi verdadera identidad.
Como una mujer, casada con Cristo, mi identidad se encuentra en Él. Y Él, como hierro, me ofrece una tremenda fuerza cuando me siento débil. Yo, como el vaso más frágil, la rosa delicada, estoy protegida por el poder inmutable del hierro.
Pero, como mujeres, aunque nos describen como el vaso más frágil (1 Ped. 3:7), no significa que somos débiles. Nosotras también somos fuertes como el hierro. Nuestra fuerza se pone a prueba en las pruebas de la vida, pero nos sirven para afilar como el hierro se afila con el hierro (Prov. 27:17).
Dios nos ha hecho con el balance perfecto de belleza delicada y fuerte, una rosa de hierro.
Hoy, al reflexionar en los Elementos comunes, te animo a verte como una rosa delicada, protegida y fortalecida por Dios, y por lo tanto, también una tremenda fuerza para tus otras hermanas en Cristo, tus Hermanas Rosa de Hierro.
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