Al revisar las fotos en mi teléfono, buscando una foto que quise compartir con una amiga, me maravillé del crecimiento de mi sobrino en tan poco tiempo. La semana pasada, el Facebook me recordó de una foto de hace tres años.
Sean inspiradas por Pinterest o por el ejemplo de otros, muchas madres sacan fotos de sus bebés cada mes—o en la misma silla, con la misma mascota, y con un aviso del mes que están cumpliendo. En décadas anteriores, se ponía la pequeña foto escolar en un marco que tenía espacio en forma de círculo para cada año escolar, terminando con la foto grande de la graduación en el medio.
Nos encanta celebrar los aniversarios, los cumpleaños, las graduaciones… pero no es el momento en que se realiza la transformación. El crecimiento del niño no cesa durante el año hasta que llegue el aniversario de su nacimiento y, de inmediato, crece todo lo que va a ser hasta el siguiente año.
El crecimiento es un proceso de transformación reconocido en los aniversarios.
Es igual con nuestro crecimiento espiritual, también. El bautismo es el momento de renacer. Y celebramos el cumpleaños espiritual cada año en el aniversario de la fecha de nuestro bautismo. Y tal como un bebé que crece rápidamente en sus primeros años, podemos llegar a ser irreconocibles comparado con nuestro ser anterior, gracias al poder transformador del Espíritu.
El crecimiento y la transformación espiritual no se realizan de un día para otro. Puede que Satanás esté tratando de opacar tu crecimiento con frustraciones al no ver “suficiente” crecimiento o pasos para atrás en tu progreso.
Revisa tu semana, mes, o año anterior. ¿Eres la misma persona que eras antes?
No permitamos que Satanás nos desanima. Al contrario, vamos a recordar que el crecimiento es un proceso que se reconoce en los aniversarios—una transformación lenta que se reconoce más fácilmente al mirar hacia atrás en comparación con la situación actual o frustración momentánea.
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