La verdad de la resurrección requiere un cambio. Al declarar la resurrección una mentira, los soldados, los ancianos, y la gente en el tiempo de Jesús dieron a Satanás la última palabra. Temor, orgullo, y otros impedimentos no les permitieron aceptar la verdad. Creer la verdad de la resurrección hubiera requerido una acción y una decisión al respecto. Una verdad de tanta magnitud no se puede ignorar. Y cuando reconocemos la mentira y la reemplazamos con la verdad, ya no podemos vivir según esa mentira. Ellos tuvieron una elección. Y nosotros también podemos decidir entre los dos. ¿Quién tiene la última palabra en tu vida?
La verdad es poderosa. Pero la verdad requiere un cambio.
Las buenas nuevas son: si creo en la verdad de la resurrección, ¡también tengo la esperanza de la resurrección en mi propia vida! Una nueva vida en Cristo (Rom. 6:4-5), con misericordias que me son nuevas cada mañana (Lam. 3:22-24) son promesas con las cuales puedo contar.
Había una pareja. Ella era tímida y reservada. Él era hosco y retraído. Ella creció en un ambiente cristiano. Él no quería nada que ver con Dios ni con la iglesia.
Estaban viviendo juntos y ocasionalmente llegaron a un evento de la iglesia, pero jamás entraron en el local de la iglesia. Y fue en ese contexto que les llegué a conocer.
Cuando llegaron, ella conocía a algunas amigas y hablaba con ellas mientras que él se sentaba en el sofá, ignorando a todos, vestido de puro negro, poniendo una cara negativa que retaba a otros a acercarle.
Sus vidas estaban abrumadas con las mentiras de Satanás sobre su valor personal, sobre la iglesia, sobre los cristianos, y sobre el amor de Dios. Pero con el tiempo, notaron el amor sincero y el cariño genuino de otros cristianos, y por lo tanto, los dos empezaron a ablandar sus cáscaras de auto-protección.
Comencé a buscar oportunidades de conversar más con él y hasta empecé a estudiar la Biblia con ella. Él tenía hambre de una comunidad saludable, y ella tenía hambre de la verdad. Ella ansía la vida ofrecida por la fuente de agua viva en la Palabra (Juan 4:14).
Después de mucho estudio y una resistencia a rendirse, ella se bautizó en una piscina afuera en el estado de Luisiana en el mes de enero. Mis dedos se me duermen al recordar esa noche fría, pero se me calienta el corazón, solo tengo que cerrar los ojos para recordar la sonrisa grandísima en su cara y el gozo que compartimos. Ella había reemplazado las mentiras con la verdad y reclamaba la vida abundante de ese día en adelante.
El arrepentimiento no fue un camino fácil. Fue por eso mismo que le costó tanto el concepto de rendirse y fue la palabra clave cuando tomó el paso de fe en el bautismo. Dios reconoció su compromiso y durante el próximo año, ellos se casaron y él se bautizó también. Hoy día, es una familia bendecida por Dios con tres hijos que no reconocerías si les hubieras llegado a conocer ese primer día que yo los conocí.
Fueron transformados por la verdad y el poder de la Palabra, pero fue un proceso de transformación que tardó años en los pasos de reconocer las mentiras y reemplazarlas con la verdad. Y al recordar la verdad, su fe se fortalece. Al seguir rindiéndose al plan de Dios, él les llena de la esperanza de una vida mejor. Y el amor que tienen a Dios y el uno para el otro crece dado que es el amor que Dios diseña, guiada por la verdad.
No sólo habían aprendido la verdad, más también prosiguieron en fe, esperanza, y amor al ponerla en práctica.
(tomado del capítulo 4, ¿Quién tiene la última palabra?, disponible para la venta, antes de su publicación)