9 Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. 10 Gritaban a gran voz:
«¡La salvación viene de nuestro Dios,
que está sentado en el trono,
y del Cordero!»
11 Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes. Se postraron rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios 12 diciendo:
«¡Amén!
La alabanza, la gloria,
la sabiduría, la acción de gracias,
la honra, el poder y la fortaleza
son de nuestro Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!» (Apoc. 7:9-12)
No hablamos ni pensamos en los cielos mucho. Quizás es porque tememos la muerte. Pero te animo a pensar sobre nuestro hogar verdadero con más frecuencia. Allá, vamos a experimentar lo máximo de lo que es una comunidad. No habrá racismo, celos, clases sociales, argumentos en vano, luchas de poder, chisme… Todas las barreras que inhiben la comunidad van a desaparecer allá. Vamos a estar vestidos igual, de túnicas blancas, lavadas por la sangre de Cristo. La adoración se nos va a salir espontáneamente.
Los domingos por la mañana, cuando mi familia en Cristo canta, “La salvación pertenece a Dios,” cierro mis ojos, e imagino la escena en los cielos. Me conmueve y se me salen las lágrimas. Anticipo el día en que estaremos allá, experimentando esa comunidad y adorando sin reserva.
Escrito por Wendy Neill