Escrito por Gisela Millán, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Venezuela
Cuando hablamos de corona nos referimos a: autoridad, poder, reinado, recompensa.
Qué tremendo que se nos sea quitado algo que fue entregado a nosotros. Así como una joven se prepara físico, espiritual y académicamente para competir por una corona, así mismo debemos nosotras, queridas hermanas, también prepararnos. Aunque ellas compiten por una corona corruptible, nosotras no competimos. Pero sí es una carrera por una corona incorruptible. Cuando un rey es coronado, sus hijos pasan a ser sus príncipes y princesas haciéndose herederos de su reino. Así nos hizo nuestro Padre celestial parte de Su reino, ¿pero fue así no más? ¿Por ser bellas? ¿O por sólo ser Sus hijas y ya? ¡No! Antes reconocimos y aceptamos creyendo en las palabras y promesas de Jesucristo.
En mi vida personal y espiritual el enemigo ha querido desanimarme para que tire al piso mi corona que me fue dada desde que decidí creer y recibir a Cristo en mi corazón. Me habla al oído susurrando, “mírate como estás, fea, acabada, ya no puedes, ¡ríndete y ya no esperes!” El trata de desestabilizar mis emociones, porque él sabe que es donde la enfermedad gana, pero Dios dice que somos llamadas conforme a un propósito (Rom. 8:28). Creo que ganar mi corona no es fácil, si no entiendo para qué o por qué lucho. Si no atesoramos o agarramos fuerte nuestra espada (Heb. 4:12), ¿cómo podemos pelear y conquistar? Cuando Josué iba en conquista de la tierra prometida, lo más que Dios le recordó fue que meditara de día y de noche en Sus palabras, que las creyera y las guardara en su corazón, y así lo hizo.
Amadas, llevo 6 años peleando por mi corona, mantenimiento mi mirada en el galardón, porque Dios dice que somos hechura Suya, que Él es ese Varón de guerra que pelea por nosotros (Josué 5:15) y el Señor Jesucristo nos hizo Sus hijas. Cuando desmayamos, y le creemos a Satanás sus mentiras, allí es donde tiramos nuestra corona, allí la perdemos. Entonces, ¿de qué nos sirve decir y no hacer? Perseverantes debemos ser y no permitir que nadie nos quite lo que nos fue dado con sangre pura, es una promesa que es dada con amor.
Fíjense como nos dice el mismo Jesús, “He aquí, Yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apoc. 3:11).
Como les comenté al inicio, una chica se prepara para ganar la corona en un certamen de belleza. Una vez coronada ¿creen que la obtiene y ya? ¿Se acaba el trabajo? ¿No la pierde? No, mis hermanas, ella debe mantener ese premio o galardón por un tiempo y seguir trabajando. Así mismo, nosotras en el ministerio, en la obra, en nuestro hogar, pero principalmente en nosotras mismas.
Jesús le envía un mensaje a la iglesia de Filadelfia, que significa “amor fraternal”. El Señor le está diciendo que vuelve pronto, y aunque no es un regreso inmediato, si leemos este pasaje hoy, mañana, o dentro de un año, nos habla en presente continuo, animando a esta iglesia a que soporten. ¡Qué maravillosas Sus palabras que también son promesa para nosotras! Por eso debemos seguir trabajando en nosotras mismas, porque fuimos hechas nuevas criaturas hijas del Rey.
¿Y qué es eso que debemos guardar? Dicen que la iglesia de Filadelfia no tenía fuerza, es decir tenían poco. Yo me imagino que eran una congregación humilde de bajos recursos. Sin embargo, ellos habían recibido y aceptado al Señor Jesucristo y guardaban Sus palabras. Y era lo que el Señor admiraba de ellos. Por eso, Él les dice que los ama, porque ellos eran una iglesia que resistía en amor fraterno. Dicen que a esa iglesia se les cambiaba el nombre, pero ellos guardaban en su corazón la palabra de Dios, confiando en las promesas de Jesucristo.
Juan sigue narrando y dice, que ninguno tome tu corona. Es decir, ¿el Señor dejó está iglesia coronada? ¿O nos corona cuando le recibimos y guardamos Su palabra? Creo que esta iglesia es elogiada por nuestro Señor Jesucristo, porque se mantuvo en obediencia, amor, soportando, y confiando, mis amadas. Lo cierto es, que tenemos corona, pero debemos trabajar para conservarla, porque no es otra hermana quien nos la puede quitar, sino el enemigo que siembra dudas, y desconfianza. Han pasado 2022 años, ¡pero debemos seguir cada día creyendo en las promesas de Jesucristo y no descuidarnos! Porque ciertamente estos son los días de la confusión. Son días peligrosos. Son días cuando tú y yo podemos desviarnos del sendero que Dios ha establecido para nosotras. Pues, ¿acaso que los elegidos no pueden ser engañados al final de los tiempos? La forma de evitar esto es estando cerca, caminando y hablando con nuestro Señor Jesús.
Dios dice en Su palabra: “Mis ovejas escuchan mi voz. Así que, escucha el sonido de mi voz.” (Jn. 10:27). Escucha la indicación del Espíritu Santo, quien te guiará y te dirigirá, y establecerá tus pies firmemente en el sendero que El ha establecido para ti.
Además, Pablo nos dice en 1 Timoteo 4:1, “El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas.”
En efecto, si trabajamos y nos esforzamos es porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente, que es el Salvador de todos, especialmente de los que creen. Cristo mismo nos da la seguridad de que “El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna; y no vendrá a condenación más ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24).
El Tribunal de Cristo no tiene nada que ver con la salvación. En cambio, tiene que ver con las recompensas por el servicio, por el crecimiento constante en la gracia, por la paciencia en el bien obrar. Dios no es injusto para olvidar nuestra obra de amor, si la hemos hecho por amor a Él.
Mis amadas, sigamos esperando juntas, trabajando en amor fraterno guardando la palabra de Dios y practicándola todos los días, sirviendo a Dios, cuidando esa corona que nos fue colocada.
Como dice Isaías 62:3 que “seremos corona de hermosura en la palma del Señor y diademas reales en las manos del Dios nuestro.” Amén.
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