por Michelle J. Goff
Aprendemos mucho de Dios en los primeros capítulos de Génesis. Comenzando con la creación, Dios nos recuerda que vale la pena reconocer un trabajo bien hecho y llamarlo bueno (Gén. 1). Luego, después de ser hecho, soltarlo y descansar. Hay una tremenda satisfacción en un tiempo de descanso después de un trabajo bien hecho en un gran proyecto. Trabaja duro, luego descansa (Gén. 2:2-3).
El Padre, el Hijo y el Espíritu son Uno, e hizo al hombre y la mujer en Su imagen. Por diseño, fuimos hechos para estar en relación (Gén. 1:26, 31). Caminando juntos y hablando en el jardín o confrontando el pecado que Dios sabía que Adán y Eva habían cometido, Dios siempre se engrana en la relación.
Después de que Adán y Eva coman de la fruta prohibida, Dios comenzó la conversación al hacerles una pregunta, “¿Dónde están?” ¿Sabía Dios dónde estaban? ¡Claro! ¡Es Dios! Sin embargo, Él les hace la pregunta para poder seguir engranándose en la relación. La comunicación es fundamental para cualquier relación. Dios modela que el escuchar viene primero si queremos que la relación perdure. Aunque ya sabía todas las respuestas, Dios hace cuatro preguntas a Adán y Eva al invitarles a comunicarse abiertamente con Él (Gén. 3:8-13).
El pecado nos separa de Dios, pero sigue anhelando una relación con nosotros. Cuando escogemos algo sobre Dios y Sus caminos (la fruta prohibida, nuestros propios deseos, planes, caminos o pensamientos), se conviertan en ídolos que nos separan de Dios. El pecado no tiene lugar en nuestras vidas, no sólo por la manera en la que toma el lugar de nuestra primera prioridad, Dios, sino más también porque el pecado trae consecuencias. Hay consecuencias naturales del pecado: Adán y Eva sabían que estaban desnudos y sintieron vergüenza (Gén. 3:7). Y hay consecuencias espirituales: El pecado nos separa de Dios.
Lo más maravilloso de lo que aprendemos de las prioridades de Dios es que, aunque el pecado nos separó de Él, hizo todo lo posible para estar en relación con nosotros. El primer sacrificio se realizó cuando Dios hizo vestiduras de piel para Adán y Eva para vestirles (Gén. 3:21). La muerte y el derrame de sangre fueron necesarios cuando entró el pecado porque sin ellos, no podríamos estar en relación con Dios.
Aún cuando pecamos, Dios todavía nos ama. Y mandó el sacrificio perfecto de Su Hijo para que pudiéramos volver a unirnos con Él en relación (Heb. 10:1). Si no conoces el don de Dios a través de la muerte, sepultura y resurrección de Su Hijo, favor de contactarnos. Nos encantaría compartir contigo la esperanza de la promesa de nuestra propia resurrección de nuestro estado pecaminoso, hecha posible por Su sangre redentora.
¿Qué nos enseñan las prioridades de Dios en Génesis 1-3 sobre nuestras prioridades redefinidas?
1. Trabaja duro y luego descansa.
2. Haz todo lo posible para estar en relación, especialmente con Dios. Es cómo nos diseñó.
3. Ama y escucha, primero a Dios y luego a otros, siempre por el filtro del amor a Dios primero.
4. El único lugar que tiene el pecado en nuestra lista de prioridades es el de permitir que Dios nos ayude a eliminarlo totalmente.
5. Dios nos ama demasiado para dejarnos en el pecado destructivo. Acepta el amor redentor de Dios y Su perdón, hechos posibles por Su Hijo.
No es una lista que se hace una sola vez, sino que se repita. Diariamente.
Te animo a leer los primeros tres capítulos de Génesis y comparte qué más aprendemos de Dios y Sus prioridades. ¿Cómo nos orientan las prioridades de Dios en la redefinición de nuestras prioridades? ¿Cambian las prioridades de Dios en el resto de la Biblia?