Escrito por Tiffany Jacox
La vida es un gran misterio. Crecemos emocionados por el futuro y lo que nos espera. Nos estresamos, nos preocupamos y planeamos para el futuro al llegar a ser adultos jóvenes. Tenemos esperanzas y sueños, pero de verdad no sabemos que va a salir el próximo día. Tenemos fe y esperanza en cada nuevo día o quizás lo tomamos todo como dado por hecho.
Muchos hemos experimentado diferentes cosas en nuestras vidas. Quizás algunas de esas experiencias fueron positivas y gozosas. Otras te dejaron herida y confundida. Sé que yo he conocido el gozo, el dolor, y la confusión. Tuve una niñez difícil. Tuve una bebé a los dieciséis años y me casé antes de cumplir los 17. Mi esposo salió al ejército y me llevó a una vida que jamás conocía. Luego, después de muchos años, tuve que lidiar con una cantidad de asuntos personales, sin mencionar las pruebas diarias con las que todos luchamos. Era una cristiana tibia por varios años hasta que me alejé de Dios por completo por siete años.
En lo que mi esposo y yo caracterizamos como un buen tiempo en nuestra vida, me di cuenta de que no estaba completa. Me sentí vacía y en búsqueda. Me tomó unos meses para comprender lo que faltaba en mi vida y en el año 2010, nerviosamente, hablé con mi esposo que no era cristiano, de cómo creía que lo que faltaba en mi vida, en nuestras vidas, era Cristo. Necesitaba encontrar el camino de regreso. Encontramos un lindo hogar en la iglesia de Cristo Bellevue. Desarrollé un nuevo amor y comprensión con Jesucristo y mi esposo dedicó su vida a Cristo en el 2011. Nuestras dos hijas también luego entregaron sus vidas a Cristo. Fue mi primera experiencia con comprender lo desconocido en mi vida y ver a Dios proveer.
Durante mi vida, no había pensado mucho en mi camino. Nunca pregunté sobre lo que Dios quería para mí. Sabía el camino a los cielos era estrecho y que Cristo era el único camino, pero nunca consideré más nada. Pero cuando sentí que Él me estaba llamando, y mi corazón comenzó a escucharle, yo misma me puse como tropieza. Traté de entender para qué fui creada. ¿Cuáles eran mis talentos? ¿Qué disfrutaba yo? ¿Dónde podía yo hacer más impacto? ¿Te das cuenta de lo que tienen esas preguntas en común? Todo se trataba de mí en vez de Jesús. ¡Con razón tenía problemas!
En 2015, una mujer maravillosa en mi congregación me invitó a enseñar la clase de mujeres con ella los domingos por la mañana. No me sentí segura de ese trabajo. Sería una de las más jóvenes en la clase y no tenía el conocimiento, sabiduría, ni la experiencia que tenía las demás. No llegué a la talla. Y no había hecho mucho frente a un grupo antes y me aterrorizaba. Gracias a Dios, ella me aseguró que yo tenía lo que hacía falta y que ella estaría allí conmigo. Pues, creo que así puedo, pensé… No es que tengo que dirigir ni enseñar, o muy poco. ¡Pero me encanta ver como Dios trabaja! Resulta que terminé enseñando la clase, mi primera clase para adultas, a solas. No sólo sobreviví, sino que lo hice bien. Dios usó ese tiempo para mostrarme una confianza, aunque fuera pequeña, que Él ya tenía en mí. Proveyó durante la experiencia y a través de apoyo de las otras mujeres, que Él me había equipado. El enseñar requiere mucha preparación y estudio. Otro regalo de Dios: me ayuda a mantenerme en Su Palabra regularmente. También me ayuda a profundizarme y meditar en lo que la palabra de Dios me está diciendo. Guao. Ese primer año me abrió los ojos y creció mi fe. Dios tomó mis inseguridades, mi debilidad y mi incertidumbre y los usó no sólo para mi bien, más también para Su bien.
Dios me hizo crecer aún más en el 2016. El año anterior, había comenzado a aprender a confiar en Dios de nuevas maneras. Comencé una misión local en ese año basada en una idea que había visto de una compañera de la secundaria. Comencé La oración en el parque. Puse una mesa en el mercado local cada sábado. Repartimos materiales sobre la iglesia y saludábamos a la gente, ofreciendo oración. Había quienes se paraban para hacer preguntas o para conversar. Algunos pasaron y pidieron oraciones. Cada semana, llamaba para pedir permiso y solicitar el espacio. Nunca se sabía dado que éramos un grupo religioso. Pero mi fe aumentó porque cada semana nos volvían a dar permiso. Cada sábado pudimos pasar tiempo con otros vendedores y miembros de la comunidad en la belleza de la creación de Dios, creando confianza y relaciones. Hasta tuvimos la bendición de ver a algunos llegar a la iglesia para adorar a Dios con nosotros. Fue algo bien bello.
También fue el año en el que dejé mis temores e hice mi primer viaje de misiones fuera de los EE.UU. Mi esposo había ido el año anterior y me había animado a acompañarle esa vez. Entonces, oré y oré y por fin dije, “Pues, Dios, por aquí voy… mándame.” Nuestra hija menor también nos acompañó. Qué tremenda experiencia y todo lo que aprendí. 2016 fue un año maravilloso con la misión local, el primer viaje en misiones en otro país, y mi segundo año enseñando la clase para las mujeres. Ya estaba viendo a Dios trabajar. Y estaba dejando que Dios me guiara. Además, comencé a comprender lo que significaba la paz y la confianza en Cristo.
Sin embargo, el 2017 fue un año de más desafíos. Perdí una prima por el cáncer de las mamas. Seguí con mis luchas personales, estrés en el trabajo, estrés económico, frustraciones en el ministerio, y lo que todos enfrentamos diariamente. Cuando llegó el verano, Dios me recordó que tenía que volverme a enfocar. Nos dieron la bienvenida nuevamente en el mercado y se había fortalecido ese ministerio. Tuvimos la bendición de hablar con más personas que al año anterior. Había más personas compartiendo sus historias con nosotros, algunas que te partían el corazón, pero nos permitieron orar con ellos y amarles. Éramos la luz de Cristo.
Un día en particular, me dio la oportunidad de someterme a Dios. Había un grupo de mujeres que pararon para compartir sus luchas. Pidieron que yo orara. A mí me pidieron que orara sobre esas mujeres, allí mismo, en el parque, frente a todo el mundo. Entré en un momento de pánico y luego respiré profundo y dije, “Dios, guíame.” Estaba temblando cuando abracé a esas mujeres y oré. El Espíritu me acompaño y las palabras me fluyeron. Me conmovió y lloré. Era un momento vulnerable. Después, tenía que tomar un momento a solas para dar gracias a Dios. Me proveyó con un momento de amor y entendimiento, crecimiento y apoyo. Me mostró que siempre está allí conmigo, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. También me dio más ánimo para orar más frente a otros. También fui en mi segundo viaje de misiones en el 2017 y aprendí más sobre el escuchar y la sumisión, los próximos pasos que tenía que tomar para seguir en el proceso de ser una mujer de Dios.
El 2018 ya me ha dado muchas nuevas oportunidades. Tengo una confianza y una pasión para llegar a otros con las buenas nuevas. Cuando me pongo nerviosa o miedosa, me acuerdo del camino que Dios me ha puesto. Tengo un gran deseo de animar a toda mujer a buscar la dirección de Dios. Estoy en mi tercer año de enseñar a la clase de mujeres y me encanta. Me ha ayudado a crecer grandemente en mi conocimiento y en mi fe. Espero seguir sirviendo en misiones, pero estoy esperando a que Dios me guíe sobre cuándo y dónde. Se puede decir que estoy tomando más tiempo para escuchar a Dios, pidiendo Su dirección. Él pone a personas en nuestras vidas cuando lo necesitamos y cuando menos lo esperamos. Nos provee oportunidades; sólo tenemos que estar listos para recibirlas. Quédate quieto y escucha y prepárate para responder, “¡Vamos!”
Esta mujer que antes buscaba controlar todo está aprendiendo a relajarse y confiar más en Jesús. Su manera siempre es mejor que la mía y ahora anticipo lo desconocido porque he visto la belleza que viene de una entrega total al Señor. Estoy totalmente segura de mi incertidumbre desconocida, y le doy la bienvenida porque Dios ya está allí esperándome.
Romanos 8:28 “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.”
Colosenses 3:17 “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.”
Gálatas 6:9 “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.”