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La oración al final de Efesios 3 siempre ha sido una de mis favoritas. Nos recuerda del ancho, largo, alto y profundo que es el amor de Cristo… de Su poder que obra en mí… y que Él puede hacer muchísimo más de lo que puedo imaginar o pedir. ¡Increíble!
Estos versículos conocidos me llenan de esperanza, pero la renovación de fuerza vino cuando tomé un momento para reflexionar en la manera en la que la fe y el amor son elementos íntegros en hacer que todo eso sea posible. Cristo mora en mi corazón por fe. Y es esa fe que me permite comprender la grandeza de Su amor. Hasta puedo conocer ese amor que sobrepasa todo conocimiento. Ni me cabe en la cabeza esa verdad. Vuelve a leer esos versículos conmigo de Efesios 3:14-21. Y que tú también te arraigues y te cimientes en ese amor, llena de la fe que obra poderosamente en nosotras.
14 Por esta razón me arrodillo delante del Padre, 15 de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. 16 Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, 17 para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, 18 puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; 19 en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios.
20 Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, 21 ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.
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Durante el proceso de transformación, dejamos lo feo y lo doloroso al mover hacia la libertad. Sin embargo, si las cosas no progresan tal como esperamos, entra el temor y anhelamos volver a lo conocido, lo familiar, no importa cómo eran de mal las cosas anteriormente. No somos los únicos a caer en esa trampa de temor.
A los Israelitas les fue horrible en Egipto. Fueron esclavos y las condiciones empeoraron. La salvación vino a través de Moisés, pero poco después de salir de Egipto, su decayó su esperanza por la salvación. Su temor fue mayor que su fe.
El faraón iba acercándose. Cuando los israelitas se fijaron y vieron a los egipcios pisándoles los talones, sintieron mucho miedo y clamaron al Señor. Entonces le reclamaron a Moisés: —¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto! (Éx. 14:10-12 NVI)
¿Qué te tiene esclavizada? ¿En qué aspecto de tu vida necesitas una transformación, una dosis de fe y no de temor. Te animo hoy con la respuesta que les dio Moisés en los siguientes dos versículos:
—No tengan miedo —les respondió Moisés—. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes. (Éx. 14:13, 14 NVI)