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Aprendiendo de una amiga y mentora
(escrito por Wendy Neill)
Ella era una de mis amigas más queridas. Fuimos a la misma universidad. Vivimos en CUATRO de los mimos lugares, usualmente en tiempos distintos: Dallas, Abilene, la ciudad de Kansas, y Searcy. A las dos nos gustaban las caminatas largas, especialmente cuando el clima era cálido y las flores estaban floreciendo. Llevábamos seis años que, una vez a la semana, salíamos a caminar juntas, conversar, y luego orar juntas. ¿Cómo somos distintas? Llevaba menos de la mitad de los años que llevaba ella. Ella tiene 92 y yo 46.
Ella ya no está con nosotros, pero sigo valorando su amistad y su papel como mentora mía.
Effie era una mujer bajita, pero de grande fe. El Espíritu de Dios salía de todos sus poros. Su sonrisa y sus brazos abiertos me recuerdaban de cuánto Dios me ama. Cuando pienso en la sabiduría y la perseverancia, pienso en Effie.
Cuando estábamos juntas, yo hablaba mucho. Me parecía cómico que muchas veces terminamos hablando de MIS problemas de salud. Y aunque ella no hablaba tanto como yo ni ofrecía muchos consejos, aprendía muchísimo de ella. He aprendido cómo ser paciente y amorosa con mi mamá que tiene el mal de Alzheimer, así como Effie lo fue con su esposo con la misma enfermedad hasta que murió en el año 2008. He observado como ella seguía brillando como una viuda que también era una hija bellísima de Dios. Servía a los demás en la comunidad al compartir una cena con ellos que ofrecía la iglesia donde ella asistía semanalmente. Participaba en estudios bíblicos con las mujeres, clubs de libros, y viajes a obras y conciertos con los amigos. Le hacía falta el esposo, pero seguía viviendo una vida abundante, hasta donde podía.
Cuando me preocupaban los hijos, o cuando mi esposo y yo no estábamos en la misma página, podía recordar una palabra sabia de Effie. No era de mucha palabrería, pero siempre era acertada a lo que necesitaba.
Y ¿cuál era su secreto? La oración. De eso no hay duda. Effie dependía de la oración. Hasta hay un cuarto en la Iglesia de Cristo Red Bridge en la ciudad de Kansas que lleva su nombre. Ella oraba diariamente por los miembros de su familia, por la iglesia… y por mí.
¿Tienes a una mujer en tu vida que modela el camino de Dios? Abre un espacio en tu agenda para pasar tiempo con ella. Salgan a caminar. Tomen un café. Y oren. Como hierro afilando a hierro, ella te puede animar a ser tan bella como rosa a pesar de unas espinas: una Hermana Rosa de Hierro.
#HermanaRosadeHierro #mentor #enseñandoaenseñar
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Voy a envejecerme tranquilamente, aun si implica que tengo más canas que mi mamá (ya las tengo). Como mi hermana lo explicó una vez, “Tanto tú como nuestra mamá tienen cabello de sal y pimienta, pero el de ella es bajo en sodio.”
Una de mis mejores amigas es peluquera y sé que haría muy buen trabajo con mi cabello, pero no quiero esclavizarme al tinte. Ella siempre me ruega para que le deje pintarme el cabello, pero jamás lo voy a permitir.
No es que temo que alguien me diga, “Se te ven las raíces,” porque lo tomaría como un cumplido.
Sí, lo leíste bien. “Se te ven las raíces” puede ser un cumplido, espiritualmente hablando.
Durante los tiempos difíciles, ¿se te quita el aliento o estás cimentada en tu fe? ¿Te tumban las tormentas de la vida o estás bien fundamentada en la Palabra?
Algo que me ha fortalecido las raíces son personas que me las han modelado y que las han celebrado, en sus propias vidas y en la mía. Me han mostrado y enseñado como mantenerse firme en las tormentas de la vida.
Toma un momento hoy para revisar las raíces. Pasa un tiempo en la Palabra y en oración. La próxima vez que te vea, me encantaría guiñarte el ojo y decirte, “Hermana, ¡se te ven las raíces!”
#HermanaRosadeHierro #mentor #enseñandoaenseñar