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A veces, lo único que podemos hacer es tomar el siguiente paso correcto. Es hacer lo que se puede, un solo paso correcto a la vez, y luego ver el próximo.
Estamos cansadas o abrumadas. La vida se nos está consumiendo y la luz al final del túnel es tan pequeñita que no nos da nada de esperanza.
En esos momentos, estamos verdaderamente caminando por fe, y no por vista.
¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en esa situación?
• Recuerda que la fe tan pequeña como un grano de mostaza puede mover montañas (Mt. 17:20).
• Recuerda que Dios está obrando de maneras que tú no puedes ver.
2 Reyes 6:15-17
Y cuando el que servía al hombre de Dios se levantó temprano y salió, he aquí que un ejército con caballos y carros rodeaba la ciudad. Y su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? Y él respondió: No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos. Eliseo entonces oró, y dijo: Oh Señor, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el Señor abrió los ojos del criado, y miró, y he aquí que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo.
No sabemos si Eliseo pudo ver con sus ojos físicos que el ejército del Señor les rodeaba. Pero sí sabemos que estaba viendo con los ojos de fe.
¿Te cuesta ver con los ojos de fe?
• Finalmente, recuerda que podemos repetir la oración del padre en Marcos 9:23-24.
Jesús le dijo: “¿Cómo si tú puedes?” Todas las cosas son posibles para el que cree. Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad.
Toma el siguiente paso correcto. Y puede que sea pedir a Dios que te abra los ojos de fe, para poder caminar por fe y no por vista.
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Escrito por David A. Goff, padre de Michelle J. Goff
Me gustaría contarte sobre un hombre de fe que dejó su pueblo nativo y a sus padres para comenzar una nueva vida lejos de donde nació. En esta época de muchos refugiados trasladándose, estoy seguro de que él les podía entender.
Este hombre vivió mucho antes de que había el internet, teléfonos, aviones o hasta carros. Un tiempo muy distinto al de hoy. A causa de la gran distancia a su nuevo hogar, no pudo traer mucho consigo. Sin embargo, una cosa que sí traía era su fe que el YO SOY ya estaba donde llegaría a vivir. Desde ese solo hombre, se ha visto un legado de fe que ha durado hasta el día de hoy y más allá.
Hay muchas cosas en nuestras vidas ahora que serían incomprensibles para él, pero lo que sí ha durado es la fe que compartimos. Es una fe que hay alguien que nos ama como Padre, que nos ha adoptado como Sus hijos e hijas y que nos ha dado una esperanza segura que no nos puede ser quitado. Su vida es un testimonio a mí de la importancia de fe y los efectos duraderos que puede tener.
Ese hombre tenía una familia grande y una de sus hijas era mi abuela. Otra hija era la abuela del hombre que llegó a ser mi padre adoptivo y el abuelo de nuestras cuatro hijas. Y ahora que yo tengo nietos, me alegra ver que están siendo criados para seguir esa herencia de fe.
Esa herencia de fe no es algo por lo que yo puedo tomar crédito. Tampoco me beneficia si no tomo esa fe como mía. Estoy muy agradecido por el entrenamiento y mentoreo que he recibido de hombres y mujeres de fe. Mi fe me ha sobrellevado por muchos momentos difíciles y hasta traumáticos. Estoy convencido de que El que comenzó tan buena obra la irá perfeccionando (Fil. 1:16).
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