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Escrito por Kim Solis, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Oregon
Merriam-webster.com define la cultura como: las creencias habituales, las formas sociales y los rasgos materiales de un grupo racial, religioso o social, también: los rasgos característicos de la existencia cotidiana (como las diversiones o una forma de vida) que comparten las personas. en un lugar o tiempo.
Estas creencias y formas sociales compartidas son las que definen a las personas y las prácticas dentro de cada cultura. Les dan a los miembros un vínculo, sabor y sazón comunes. Nos unen y nos hacen sentir parte de algo más grande. A menudo involucran música, comida, costumbres e incluso formas de pensar, razonar y percibir el mundo y las personas que nos rodean. De una forma u otra todos pertenecemos a una cultura.
Pero, ¿qué pasa cuando las culturas chocan? ¿Cuándo mis creencias y formas sociales chocan con las de otra cultura? ¿Quién tiene razón? ¿Cuál prevalecerá?
Algunos choques culturales son clásicos, los malentendidos son la norma. Cada generación siente que la generación anterior no comprende por lo que está pasando. ¡Los extranjeros piensan que el nuevo país en el que residen está lleno de locos que no saben la forma correcta de hacer las cosas o cómo cocinar! Las culturas políticas opuestas están convencidas de que la otra quiere socavar los cimientos básicos de la patria.
Para que coexistan dos culturas opuestas o diferentes, debe haber algo aún mayor que las una. Si no se pueden alcanzar puntos en común, el conflicto se intensifica incluso hasta el punto de la violencia
Jesucristo vino a crear una cultura mayor. No es una cultura religiosa de lo que se debe y no se debe hacer, como algunos creen, sino una cultura humana más amplia en la que estamos unidos por nuestra imagen común, la de nuestro Creador mutuo, que Él mismo representa la unidad de tres en uno, donde el amor, el perdón, la paz y la gracia abundan.
Génesis 1:26
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…
Efesios 2:14-19
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios
Ya no somos ancianos y jóvenes, estadounidenses y mexicanos, demócratas y republicanos, judíos y gentiles… ahora somos Uno en Cristo.
Este es sólo el mensaje que un mundo dividido necesita escuchar.
Disfruta tu cultura, pero no dejes que te defina.
Abraza la cultura humana más amplia con la que Dios nos ha bendecido a través de Cristo. Él nos une a todos a través de Su sangre y sacrificio.
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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Mientras pensaba en mi significado de cultura y mi propia etiqueta sobre esta palabra, recordaba mi infancia y el lugar donde nací y crecí la mayor parte de mi vida, una pequeña ciudad en el interior de mi país (Venezuela), algo similar a un pueblo. Mi familia y yo solíamos ir cada fin de semana a las faldas de la montaña y pasar el tiempo en caminatas, esto era parte de nuestra costumbre familiar, entre otras tantas cosas. Hoy día vivo en la ciudad de Buenos Aires, una inmensa ciudad llena de mucho movimiento a diario, incluso los fines de semana, así que, mis primeros años aquí fueron un tanto difíciles. No solamente había perdido mi costumbre de ir a la montaña, sino que también me vi en la tarea de aprender sobre nuevas comidas, formas de expresión, y por supuesto una cultura entera.
Cada día era un nuevo aprendizaje, y de a poco me fui sumergiendo totalmente en un nuevo estilo de vida, digamos que se redefinió mi cultura. A pesar de tantos cambios dentro y fuera de mí, había algo que parecía estar inmutable en el tiempo, y que me permitía llevar con mayor ligereza las dificultades diarias. ¿Te gustaría saber qué era esto inmutable? Era el simple hecho de saber que caminaba con Jesús y de que tenía la certeza en encontrar libertad en cualquier lugar del mundo.
Jesús, en Su paso por la tierra, se topó con personas de diferentes naciones y pueblos, incluso cuando se consideraba impuro estrechar vínculos con ciertas culturas, Él siempre estuvo dispuesto a despojarse de Su propio ser para abrirse hacia los demás. Veamos el siguiente texto en Juan 8:31-32.
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
Muchos judíos despreciaban a Jesús porque no creían en Él, pero quienes creyeron cambiaron sus vidas para seguirle, dejaron sus bienes, familias y beneficios para sumarse a la tarea de ser seguidores de Jesús. Redefinieron sus culturas para conocer la verdad y encontraron libertad en cualquier lugar al que visitaban siguiendo las enseñanzas de Jesús. Por supuesto que redefinir la cultura implica un proceso de transformación, donde vamos puliendo nuestras costumbres para ir acoplando las nuevas y refinando las antiguas, limpiamos nuestras mentes y preparamos el terreno para recibir lo que Cristo tiene para nosotros.
Te quiero compartir algunas cosas que he hecho durante este proceso:
1. Me recuerdo a diario quién soy y a dónde voy. (Hija del Rey y mi morada es celestial.)
2. Identifico los objetivos de una manera realista y alcanzable. (Cuando mi cuerpo supera mis deseos, entonces mis metas deben ir a mi altura.)
3. Reconozco lo que puedo llegar a ser y hacer. (Si soy hija del Rey, puedo comportarme como tal y mi corazón obra para bien.)
4. Observo mis emociones y pensamientos de manera consciente. (Dedicarme tiempo a mí misma me permite conectarme con Dios.)
5. Evalúo constantemente mis actitudes hacia los demás. (Tener un termómetro en cómo actúo con otros me permite tener relaciones saludables.)
Hasta el día de hoy he vivido en 5 países distintos durante mis 29 años de vida, y sigo aprendiendo cada día de nuevas culturas; por lo tanto, te puedo asegurar que ni la cultura más difícil de entender, ni la lengua más extraña de interpretar, podrán superarte si tienes dentro de tu corazón la cultura de Jesús.