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Escrito por Sabrina Nino de Campos, líder del equipo de portugués del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Tennessee
Hace poco más de 2 años desde que siento que mi visión ha estado borrosa por dolor y confusión. Puede ser que, así como yo, hayas tenido una experiencia que te transformó la visión, talvez algo en tu trabajo, familia, o capaz no estés pasando por nada así en el momento, pero sí te pasó en el pasado o te va a pasar en el futuro. Hay cambios en la vida que nos transforman la visión del mundo.
Cuando mi mayor miedo se volvió realidad y mi mamá tuvo una emergencia médica que la dejó con daños en su cerebro, yo no supe qué hacer ni qué esperar. Las lentes frente a mis ojos se volvieron oscuras y Dios se volvió un extraño ser a quien ya no alcanzaba reconocer.
Durante ese período (y constantemente desde entonces) me tomé de un pasaje que me encanta, en Lucas 24, sobre las dos personas en el camino a Emaús. Dice:
Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados. (Lucas 24:13-16, NVI)
El pasaje no nos dice exactamente por qué ellos no reconocieron a Jesús, pero me imagino que la decepción y el dolor que sentían por ver a Aquél en quien habían puesto tanta esperanza morir en la cruz, tiene algo que ver con su ceguera temporal.
¿Reconoces a algún momento en tu vida en el cual también hayas estado ciega?
Luego en Lucas 24:17-24, las dos personas le explican a Jesús todo lo que había sucedido sobre el Cristo y Su muerte, y Jesús les responde en los versículos 25-27. Él les explica todas las cosas que tenían que suceder y todo lo que se refería a Él en las Escrituras. Les toma de la mano como niños y les ayuda a llegar a las conclusiones que ellos mismos ya deberían saber, pero no saben. Que deberían ver, pero no ven.
Muchas veces, durante situaciones de estrés en las cuales me siento perdida, puedo escuchar la voz de Jesús diciéndome a mí también: “¿acaso no tuve que sufrir Yo para que pueda entrar en gloria? ¿Y acaso también no estuve Yo a tu lado durante todas las situaciones de tu vida y desde el principio del tiempo? ¿No he caminado a tu lado?”
¿No arde tu corazón también cuando escuchas Su dulce voz? (v. 32)
Hemos pasado por muchas situaciones en los últimos años, el COVID ha afectado más que solamente la salud de muchas de nosotras. Y se siente muchas veces como que hemos salido de una neblina en el 2020 y entramos a otra en el año 2021. No sabemos qué esperar y no podemos ver nada. Pero te animo a pensar que Jesús te habla y camina a tu lado, así como sé que ha caminado a mí lado, y así como caminó junto a Sus discípulos en aquel camino a Emaús.
¿Sientes tu corazón arder?
Así como las dos personas en camino a Emaús, Él te invita a reflexionar en el camino que ha compartido contigo, y a celebrar y partir del pan que recibimos y bendecirlo (v. 30) en el año que sigue y en muchos otros por adelante. ¡Que se abran nuestros ojos para que podamos ver claramente (v. 31) que nuestra visión ahora y para siempre es Jesús! Mirémoslo a Él, a Quien pertenecen todas nuestras metas.
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Originalmente publicado el 18 de diciembre de 2017
Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
En su amor infinito, Dios mandó a su Hijo para nacer de una virgen. Y aunque muchos celebran el nacimiento de Cristo en diciembre, es Su resurrección que transforma nuestra esperanza en una esperanza viva.
Porque si nos unimos con Él en Su muerte, también lo seremos en Su resurrección (Rom. 6:4).
¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva (1 Pe. 1:3).
Y dado que se nos ofrece nacer de nuevo a una esperanza viva, podemos vivir con esperanza.
¿Cómo es la vida de alguien que vive con esperanza, que tiene una esperanza viva?
La esperanza muerta nos pesa.
La esperanza viva nos levanta.
La esperanza falsa distorsiona.
La esperanza verdadera inspira.
La esperanza muerta frustra.
La esperanza viva anima.
La esperanza falsa desanima.
La esperanza verdadera transforma.
¡Gracias Padre, por una verdadera esperanza viva!