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Publicado originalmente el 19 de agosto de 2020
Escrito por Ana Mendoza, representante del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Cuba
Comencemos con esta pregunta: ¿Qué me ha pedido Dios que haga?
Nuestro Padre no te pide que hagas alguna cosa sin darte las herramientas, sin equiparte para hacer lo que te ha pedido.
Esta encomienda del Padre la podemos enfocar de dos formas:
1- Siendo negligentes
Postergando el llamado; delegando la responsabilidad en otros; sintiendo que somos inferiores al resto del grupo; no es mi prioridad; mi tarea no es tan importante; quiero, pero no tengo tiempo; lo haré, pero no ahora.
2- Siendo diligentes
Creo que debo hacer lo necesario para crecer ser edificada y poder ayudar a otros. Entiendo lo bueno que es para mí esta palabra.
Salmos 37:4
Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
Efesios 6:18
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
Fuimos creadas con un propósito, el Creador espera que seamos diligentes.
Alguien te regala un hermoso ramo de rosas y lo pones sobre la mesa. Te dices, “No tengo un lindo jarrón donde pueda lucir este hermoso ramo.” Así que piensas, “Bueno, lo más importante no es el jarrón, sino es que las rosas luzcan su esplendor y perfume.”
Te encaminas con el propósito de buscar una vasija con agua fresca para prolongar la belleza y perfume de las rosas. Al llegar a la cocina te ocupas elaborando los alimentos, haciendo algunas llamadas y otras tareas de gran importancia. Al llegar la noche cuando vas a servir la cena, ves las rosas mustias, sin aroma, ya sin vida.
Postergar el deseo de tu corazón cambió la realidad del propósito de las rosas, que era alegrar y perfumar el hogar.
No permitas que un descuido marchite el propósito para el que Dios te creó. No importa si no eres un hermoso jarrón. Lo importante es el agua que dará vida a las rosas, al ministerio, al llamado que Dios te dio. Disfruta el llenar tu cántaro de agua fresca cada día, de la que puedas saciar la sed del cansado y sediento.
Ahora quizás con más claridad puedas responder la pregunta que presenté al principio, “¿Qué me ha pedido Dios que haga?” Quizás cómo Isaías la contestó:
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Is. 6:8)
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Escrito por Jocelynn Goff, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Arkansas (y madre de Michelle J. Goff, fundadora)
¿Sabías que en realidad hubo un "Año de la Visión"? Sí, lo adivinaste, el 2020. Algunas de ustedes pueden recordar o haber participado en una fiesta de Nochevieja del 2019 con el tema de la Visión 20/20. Hubo todo tipo de frases, bromas, incluso anteojos de disfraces hechos con la forma del 2020. Iba a ser un gran año. Después de todo, 20/20 es lo que tradicionalmente hemos considerado una visión perfecta. Sin embargo, sucedió COVID y esa perspectiva fue silenciada. Se convirtió en el año que todos deseábamos que se diera prisa y desapareciera rápidamente, para que pudiéramos volver a la normalidad, o al menos a nuestra definición de normalidad. Realmente queríamos que el año 2020 estuviera en nuestro espejo retrovisor.
El año 2020 realmente ha quedado atrás. Pero, ¿dónde estamos ahora como nación, congregación, familia? O mirando más cerca de casa, ¿dónde estoy?
Para mí, el 2021 ha sido un año muy desafiante. El desafío más reciente ha sido un problema de salud adicional. La sensación de temblor de mi corazón fuera de ritmo parecía llamarme a preocuparme y ponerme ansiosa. Amenazó con consumirme. Sabía que tenía que reconocer que algo andaba mal y buscar ayuda médica. Sin embargo, también estaba buscando la respuesta adecuada a la ansiedad y no dejar que se me escapara de la mente, incluso cuando mi corazón necesitaba atención médica.
Oré por calma y por la perspectiva adecuada. Luego, mientras contemplaba los pensamientos para este blog sobre Visión Redefinida, me vino a la mente la canción Sé Tú mi visión.
Oh Dios, de mi alma, sé Tú mi visión,
Nada te aparte de mi corazón.
Noche y día siempre yo pienso en Ti,
Y Tu presencia es luz para mí.
Mi enfoque o visión ha tenido que volver a enfocarse intencionalmente en la perspectiva de dejar que mi Señor sea la visión de mi corazón, incluso cuando está latiendo físicamente de forma rápida fuera de sincronía.
Ha habido otros eventos en mi vida como puntos de enseñanza de este concepto. Por ejemplo, cuando estaba embarazada de nuestra primera hija, tomé clases de Lamaze y conocí la utilidad de un punto focal y una respiración relajada. Estos fueron importantes para mí para controlar el dolor durante el trabajo de parto. Elegí una tarjeta de anuncio de nacimiento como mi punto focal. Practiqué varias veces antes del parto, usando ese punto focal. Luego, durante el trabajo de parto, podía imaginarme mi punto focal, incluso si tenía los ojos cerrados. Todavía puedo imaginarme este punto focal cuando me encuentro en otras situaciones dolorosas.
Espiritualmente, la aplicación de este principio no es nueva.
Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. (Heb. 12:2, NVI)
Él es nuestro punto focal. Fijamos nuestra visión en Él y dejamos que Él dirija con el ejemplo para tener gozo en la perseverancia y descansar en el trono de Dios.
Otro aspecto del método Lamaze fue aprender patrones de respiración relajada para cada etapa del trabajo de parto.
Espiritualmente, la respiración relajada es un recordatorio de Quién tiene el control. Un amigo me enseñó este concepto hace años: “Exhálate a ti misma. Inhala en Jesús". Es parte de dejar ir la noción de que soy yo quien está sentada en el trono y luego permitir que Su aliento me llene.
Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, y diles: “¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor! Así dice el Señor omnipotente a estos huesos: ‘Yo les daré aliento de vida, y ustedes volverán a vivir. Les pondré tendones, haré que les salga carne, y los cubriré de piel; les daré aliento de vida, y así revivirán. Entonces sabrán que yo soy el Señor’”». (Ezeq. 37:4-6)
Creo que puedo hablar por todas nosotras de que nos gustaría tener el aliento del Señor en nosotras y volver a la vida como esos huesos secos.
En resumen, no solamente como lo hacemos en enero, cuando establecemos Resoluciones de Año Nuevo, sino también a lo largo del año, debemos definir y redefinir nuestra visión para estar fijas en Él para que podamos tener gozo, aguante y estar llenas de vida del YO SOY.
Bendiciones y Feliz Año Nuevo.