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Escrito por Sadia Morales, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en México
¿Ha estado tu vida llena de confusión? ¿Has llegado a sentir una confusión que te ha tocado correr hacia tu cuarto o algún lugar en donde estés sola? En ese lugar donde estás sola, ¿has sentido como si estuvieras en algún enebro donde has deseado morir, donde lloras tanto que te quedas dormida, cansada, agotada, exhausta, con miedo, con muchas mentiras rodando en tu cabeza y en tu corazón?
En estos días recibí un mensaje que llenó de confusión mi vida, una confusión que me causó huir hacia la obscuridad de la noche, donde sólo las mentiras, el miedo y las lágrimas me acompañaban.
Una gran confusión se apoderó de mí... Así como Elías en aquel desierto. ¿Conoces la historia? Él estaba confundido a pesar de que él venía de muchas victorias, victorias donde mostró el poder de Dios. Elías se llegó a sentir así en 1 Reyes capítulo 18.
Muchas de nosotras, a pesar de muchas victorias ganadas, llegamos al desierto del día uno del camino y nos sentamos en enebro deseando morir (1 Reyes 19:4-18). Nos quedamos dormidas, y cuando descansamos, Dios trabaja. Pero muchas veces hacemos lo contrario. Muchas veces trabajamos sin parar para no sentir, pero, en realidad, debemos parar para descansar (Sal. 46:10).
Es en ese momento cuando Dios mismo mandará ángeles a que te levanten y te digan, “Come.” Puede ser tu esposo, tus hijos, tu familia, tus amigos, tus conocidos, el mismo Dios dándote las fuerzas para que te levantes a comer y beber, para que luego, vuelvas a acostarte. Y otra vez, el ángel te tocará diciendo, levántate y come mujer, porque largo camino te espera.
Esa comida física, como espiritual, nos fortalecerá para tomar el camino hacia Horeb, el monte de Dios. A Elías le costó llegar allí 40 días y 40 noches. ¿Y tú? ¿Cuánto tiempo llevas en esta lucha donde las mentiras te abruman, donde te sientes perseguida, donde temes por tu vida y sigues en la cueva por miedo, vergüenza, por alguna tragedia o algún mensaje o noticia que te trajo confusión a tu vida y no sabes cómo salir o qué hacer?
Ya llevas mucho tiempo en la cueva, pero hoy, te dice Jehová tu Dios, “Hija, ¿qué haces aquí?” Sal fuera y ponte en el monte delante de Jehová, porque Jehová tu Dios siempre pasa, siempre ha estado allí. Sólo sal para verle. Pero agudiza tus sentidos físicos y espirituales, porque pasará un gran y poderoso viento que romperá los montes y quebrará las peñas. Y como para Elías, Jehová no estará en el viento. Y tras el viento pasará un terremoto, pero Jehová no estará en el terremoto. Y tras el terremoto, pasará un fuego, pero Jehová no estará en el fuego.
La vida misma está llena de confusión. Puede que nos rompa, nos quiebre.
Puede que los problemas que tenemos nos hagan sentir que estamos en el centro de un terremoto, y que en medio de todas las situaciones podemos palpar un fuego sofocador que no nos deja respirar. Pareciera un fuego que nos consume. Pero hoy te digo, Él es un Dios de paz. ¡Él llegará! Claro que llegará, así como llegó a Elías ese tiempo de bonanza, un silbido apacible y delicado. Elías lo oyó, cubrió su rostro, y salió a la puerta de la cueva. Luego vino a él una voz diciendo, “¿Qué haces aquí_________?” (coloca tu nombre).
Jehová te dice, Ve hija mía. Vuélvete a tu camino que te falta mucho por hacer. “Guarda todas las cosas que te he mandado. Yo estaré contigo todos los días, hasta el fin del mundo.” Amen. (Mt. 28:20)
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Escrito por Rianna Elmshaeuser, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado
Hace años, una amiga mía estaba en problemas. Sufría angustia mental y un profundo dolor emocional. Una noche en particular, en una conversación de texto, estaba usando palabras y frases que eran bastante alarmantes. Me detuve a orar por ella: “Señor, sé que se necesitan muchos ángeles de la guarda para mantenerme con vida todos los días, pero si envías algunos a mi amiga para fortalecerla en este momento, me quedaré en casa e intentaré no hacer algo demasiado estúpido por un tiempo.”
Nunca mencioné esta oración a mi amiga. Varias semanas después, la escuché hablar sobre esa noche y dijo: "Sentí que ángeles adicionales me rodeaban en ese momento". Puede que mi oración no haya sido la más florida o impresionante, pero el Espíritu Santo sabía lo que quería decir y me ayudó a comunicarle a Dios lo que necesitaba.
Más recientemente, me encontré en una situación en la que necesitaba sabiduría y no tenía tiempo para consultar las Escrituras en busca de orientación. Una joven a mi cargo había desobedecido mis instrucciones y su comportamiento estaba poniendo en riesgo su integridad física. Tuve que ir a buscarla y cuando finalmente la encontré, yo estaba furiosa. Hablar con ella de inmediato hubiera resultado en humillarla públicamente, así que decidí esperar a un lugar más privado.
Mientras esperaba que terminara el evento y que todos los demás se fueran, oré a Dios por sabiduría. En el momento en que pude hablar con ella, Dios había respondido a mi llamado y mi discurso planeado había cambiado por completo de una conversación de ira y amonestación a una conversación mucho más necesaria sobre el cuidado personal y la autoestima. Sé que, si el Espíritu Santo no hubiera estado allí para guiarme, las cosas hubieran resultado muy diferentes y probablemente mucho peores. Con la ayuda de Dios, ambos salimos de la conversación sintiéndonos animados, más cerca de Dios y más cerca el uno del otro.
Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. (Rom. 8:26-27 NVI)
También se nos promete sabiduría a través del Espíritu Santo. Santiago 1:5 dice, “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.”
En Mateo 10:19-20, Jesús les dice a sus discípulos,
Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes.
Hay muchas otras ocasiones en las que el Espíritu me ha ayudado a mantener la calma en una situación tensa, me ha consolado cuando me sentía sola y a solas, o me ha impulsado a acercarme a un extraño o a un amigo que lo necesita. Jesús tenía razón (como siempre) cuando dijo que Uno más grande que Él vendría a ayudarnos.
A menudo he pensado en lo maravilloso que sería tener a Jesús aquí en persona. ¿No sería asombroso sentarse a Sus pies y escucharlo enseñar? Qué bendición sería preguntarle qué hacer en una situación particular. ¿Por quién debo votar? ¿Qué debo decir para reparar esta relación? ¿Estoy haciendo un buen trabajo?
En Juan 14, versículos 15-19, Jesús promete no dejarnos huérfanos, sino que el Espíritu de Verdad, un Consolador, vendrá a nosotros y vivirá con nosotros y en nosotros. En Juan 16:7, Jesús dice, “Pero digo la verdad: les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré.” Él también proclama a Sus discípulos en Juan 14:12, “Les aseguro que el que cree en mí también hará las obras que yo hago y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.”
En 1 Corintios 12, Pablo habla de los dones espirituales de sanidad, profecía, hablar e interpretar lenguas y milagros. Pero al final del capítulo en el versículo 31 dice, “Ahora les voy a mostrar un camino más excelente.” Inmediatamente después está “El Capítulo del Amor”, 1 Corintios 13. Sanar a la gente y profetizar sería tener “poderes” increíbles, pero Pablo dice que aún más excelente que poder hacer milagros es el amor. El Espíritu Santo habita en nosotros y nos ayuda a amarnos unos a otros como Cristo nos amó. A través del amor y el poder del Espíritu Santo, podemos realizar “obras mayores” que las que hizo Jesús mientras estuvo en la tierra. ¿Estás en sintonía con el Espíritu Santo que vive en ti? ¿Crees lo que dijo Jesús?