El capullo se desintegra y la mariposa ya está libre para extender sus alas y comenzar su nueva vida. El viejo ya no está, reemplazado por el nuevo.
Romanos 6:1-4 dice
¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia abunde? 2 ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? 3 ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? 4 Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.
La nueva vida, tal como se promete en Romanos 6, está llena de promesa, esperanza, propósito y un nuevo comienzo. Es el aspecto más agradable del proceso de la transformación. Pero es imposible tener una vida nueva sin la muerte.
Hemos muerto al pecado y ya no vivimos en él. Morimos a nosotros mismos y ya no vivimos según nuestros propios deseos, Morimos con Cristo en el bautismo, uniéndonos con Él en Su muerte. Decir que nos sepultamos con Él en Su muerte permite que el poder de la resurrección se realice.
La muerte sucede para que haya vida.
Y aunque nuestra muerte inicial se realiza en las aguas del bautismo, Romanos 12:1 nos ilustra que somos sacrificios vivos. ¿Sabes cuál es el problema con un sacrificio vivo? Se puede levantar del altar cuandoquiera. Tenemos que morir a nosotros mismos diariamente para vivir la plenitud de vida que nos ofrece en Él y caminar fielmente con Dios.
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