Somos olvidadizos por naturaleza. Dios sabe lo olvidadizos que somos y a lo largo del tiempo, nos ha provisto con recuerdos de Su fidelidad, Su soberanía, y Su amor.
Al recordar el poder de la verdad en la Palabra de Dios, no nos olvidemos que: La verdad es poderosa porque Dios es verdad. Jesús mismo dijo, “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí” (Jn. 14:6).
Dios siempre nos ha dado formas por las cuales podemos recordar. ¿Qué práctica estableció para que los israelitas recordaran cómo les rescató de la esclavitud en Egipto? Ve Deuteronomio 16:1 y Éxodo 12:24-28. (Para toda la historia puedes leer todo el capítulo 12 de Éxodo.)
¿Cuál fue la celebración de redención establecida en el libro de Ester 9:23-28?
Pasando al Nuevo Testamento, ¿Cuál es el recordatorio que Jesús mismo estableció que debemos hacer en memoria de Él y Su sacrificio (1 Cor. 11:23-26 y Mt. 26:26-30)?
¿Cuál es la significancia de recordar el sacrificio de Jesús con frecuencia?
He vivido en muchos lados y he visitado a iglesias en muchas partes del mundo. Una de las cosas más bonitas es que los domingos por la mañana, no importa donde me haya reunido para adorar, no importa si entendiera el idioma, había un entendimiento compartido al tomar del pan y el jugo de la vid juntos.
La Santa Cena es una de las partes del servicio favoritas de mi mamá porque puede cerrar los ojos e imaginar a otros miembros de la familia tomando la Santa Cena en cualquier ciudad o país que nos encontramos ese día domingo.
Es un tiempo apartado para reflexionar y recordar. Más de 70 veces en la Biblia, Dios nos llama a “recordar.” Él sabe que somos olvidadizos y que aún si sabemos algo, necesitamos que alguien nos recuerde. Pedro dice en 2 Pedro 1:12-13 que no va a dejar de recordarnos de lo que ya sabemos, porque somos olvidadizos.
Dios nos dio el Espíritu Santo para ayudarnos y caminar con nosotras, pero también nos dio Su iglesia.
El desafío es: Satanás quiere hacer todo lo que puede para detenernos y para que no aprovechemos los recursos que Dios provee.
Nos dice que somos un fracaso si pedimos ayuda, tal como lo hizo conmigo cuando estuve en las montañas, y con Josefina, cuya historia comparto abajo, del capítulo 8 de ¿Quién tiene la última palabra?
Josefina manejó su carro desde California, por la mitad del país para asistir a la universidad. El ambiente de la universidad, lejos de la familia y los amigos, le fue muy estresante.
“Comencé a aislarme socialmente. Al principio, fue una decisión subconsciente. Evité la cafetería, diciendo que no tenía tiempo para almorzar o cenar porque tenía que estudiar o practicar mi música. Abrumada con la tarea de mis clases, y fuera de lo que me era cómodo, encontré excusas para ni socializar ni comer.
“Eventualmente, se me hizo difícil comer en público. No lo noté como algo problemático. Si pasaban unos días y me sentía débil, me decía a mí misma que no tenía tiempo para una buena comida, así que pasaba por un restaurante en el carro, pedía algo rápido, y lo comía en el carro, revisando el retrovisor con el temor de que alguien me viera. Seguí sin verlo como problema.”
Un lunes por la tarde estaba viendo un programa de entrevistas. El segmento ese día fue sobre problemas alimenticios, y una mujer detalló su día normal. Josefina dijo, “Fue como verme en un espejo. Fue el momento en que me di cuenta que tenía un problema, pero ya me había metido tanto en esos patrones de pensamiento y comportamiento que no sabía cómo salir.”
“Pedir ayuda fue un concepto nuevo para mí, dado que mi vida había sido ideal hasta ese momento.” Pero ahora, ella se sintió fuera de control y ahogada en su soledad. “Mis estados de ánimo subían y bajaban (así pasa cuando uno no come), y me mantuve ocupada con mis estudios para evitar el problema central.”
“Pudiera haber pedido ayuda. A muchos les importé. Un compañero de mi estado natal estaba estudiando allí también. Fue mi único amigo, y habiendo notado los cambios drásticos desde los días en la secundaria a la universidad, trató de intervenir. La mayoría de las noches, a la hora de dormir, me llamaba para invitarme a almorzar con él el próximo día. Cada noche, aceptaba la invitación, pero cuando ya llegaba el momento de comer, me sentía insegura, pensando que me estaba juzgando: cuánto comía, calculando las calorías que consumía (los varones, para que sepas, no piensan tan profundamente).
“Muchas veces inicié una discusión con mi único amigo y me fui enojada, todo para no tener que comer en público. Y todas las noches, él me llamaba para ver cómo estaba. Le pedía perdón y él decía, “¿Quieres intentar otra vez mañana?” Fue un amigo cuando no merecía ninguno.”
Josefina pasó todo el año escolar privándose de comida, aislándose, y viviendo bajo la mentira que ella tenía todo bajo control. Nunca dejó que nadie supiera cómo era su vida de verdad.
“Admitir que necesitaba ayuda, en mi mente, fue admitir un fracaso.”
“Mi futuro era desconocido. Había pasado toda mi vida con un plan y se me estaba deshaciendo el plan. Mi ansiedad me consumía, y mi mente se transformó por la necesidad de controlar la única cosa que podía: mi dieta.”
El entrenador vocal de Josefina fue el primero que le forzó a hacer algo al respecto. El entrenador notó debilidad y estrés en su voz, y un cambio en su comportamiento. La consejería fue difícil, pero un paso necesario si quería seguir con sus estudios. El consejero le animó a hablar con sus padres, a pesar de su temor de decepcionarlos o preocuparlos.
Adelantamos la historia dos años con mejor salud… Josefina estaba viajando por todo el mundo, involucrándose en los viajes misioneros, y usando su segundo idioma para el reino de Dios. Amaba su vida, y había ganado la batalla, pero no toda la guerra.
“Satanás nunca se da por vencido. Cuando mi agenda se llenaba, o cuando un hombre rompía nuestra relación, luchaba contra mis acciones anteriores y los pensamientos dañinos. Hizo que, a veces, me comportara muy tímida o demasiado atrevida con los varones. Me arrepiento de eso también. Estaba buscando la aprobación cuando ya tenía la de Dios.
“Satanás me mintió cuando trató de convencerme de que tenía que tener todas las respuestas ahora. Mintió cuando me mandó el mensaje de que yo sería un fracaso si pidiera ayuda. ¡Pero para eso existe la familia de la iglesia! Mintió cuando trató de decirme que no era suficiente. ¡Soy perfectamente y maravillosamente hecha por Dios!
“Hoy día, dejo que mis amigos en Cristo sepan cuando necesito oración. Busco ayuda profesional de vez en cuando, si la necesito. Satanás nunca deja de luchar y yo tampoco, pero ya no lucho a solas. El versículo que siempre me ha animado y me recuerda quien está a cargo de mi vida es Salmo 4:8. Es un versículo sencillo, pero para alguien como yo, dárselo a Dios todas las noches y acostarme en paz, sabiendo que Él hace que yo more en seguridad, es una tremenda promesa que necesito.”
“En paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Sal. 4:8).
Este mes, estamos resaltando algunas porciones del libro ¿Quién tiene la última palabra? Cortando las mentiras de Satanás con la verdad de la Palabra de Dios. Te invitamos a reunirte con un grupo de mujeres para caminar juntas para Reconocer la mentira, Reemplazar la mentira con la verdad y Recordar la verdad por un versículo bíblico.
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