“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les haré descansar…” (Mt. 11:28).
El cansancio me había acabado. Todo era una carga, una tarea, un quehacer. El gozo y la chispa se fueron. Una versión aguada de mí misma, sentí que fuera una carga a los demás también.
En lo más profundo de mi ser, confié que Dios y otros me amaban. Algunos me acompañaron en el dolor al verme luchar en las trenchas y hasta se unieron conmigo, orando para que fuera nada más una etapa pasajera.
Dios ha afirmado que yo no estaba sola en mi dolor ni mi frustración. Mis experiencias no eran únicas. Todos pasa por etapas cuando la vida pesa más de lo que podemos soportar. Cansada del cansancio, anhelé que me devolvieran el gozo al servir, ministrar y hasta el gozo por la vida.
Pegué grito al Príncipe de Paz, la fuente del verdadero descanso, nuestro único y verdadero Dios y Padre amoroso, para que me sacara de lo asqueroso. En mi mente, sabía que lo podía hacer. Mi corazón confió en eso. Pero a mi cuerpo y mis emociones les costaron encaminarse con el Espíritu para verdaderamente salir de la condición.
En un espíritu similar al de David en Salmo 51, llamé a Dios para que me restaurara el gozo de mi salvación y para que me renovara la firmeza de mi espíritu. Dispuesta a ser podada, le pedí que quitara todo lo malo y que revelara lo que necesitaba soltar.
Y mi camino personal era paralelo al del ministerio. El podar o recortar duele. Muchas veces queremos seguir con lo conocido, lo cómodo, o lo familiar. Pero el crecimiento no viene de allí. Entramos en lo desconocido, nos desacomodamos, lo no-familiar se convierta en el lugar de mayor confianza… Y Dios provee. Dios restaura. Dios renueva.
Me regocijo que Dios ha restaurado el gozo de mi salvación y del trabajo que me honra hacer por Él. Estoy cansada, pero no agotada. Estoy cargada, pero un poco aliviada. La cueva oscura ya tiene una luz al final del túnel. Me recuerda a unos versículos…
7 Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. 8 Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; 9 perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. 10 Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo. 11 Pues a nosotros, los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo mortal. 12 Así que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes la vida. (2 Cor. 4:7-12)
A veces, el primer paso de crecimiento es la muerte. Y mi proceso de crecimiento no se ha terminado. Pero estoy agradecida. Y me acuerdo que “todo es parte de la trayectoria…” (Cuento una historia de una de las veces más fuertes en las que aprendí esa lección en el capítulo 3 de En la mano derecha de Dios.)
¿Cómo está Dios restaurando el gozo en tu vida?
#HermanaRosadeHierro #restauración #descansar