Una compañía celular presentó una pregunta como parte de su promoción que se hizo muy popular, “¿Me escuchas ahora?” Es una frase que se repite mucho cuando uno esté en un lugar donde no hay buena cobertura.
Hace unos años, estuve manejando por las montañas de Colorado entre Denver y Estes Park. Por supuesto, la belleza de las montañas no permite una buena señal para los celulares, pero vale la pena pasar por lugares tan bellos que Dios creó.
Ya la presidenta de la junta directiva, Katie, y yo llevamos un tiempo hablando, pero habíamos pasado a un tiempo de oración cuando empecé a navegar las carreteras montañosas.
Empecé la oración, levantando al Padre nuestras peticiones personales y para el ministerio, cosas que queremos siempre dejar en Sus manos. Katie escuchó y ofreció un “amén” en silencio. Después de un tiempo de silencio, Katie pensó que yo había tomado una pausa y esperó a que yo siguiera, dudando si debería empezar su oración en voz alta.
Resulta que se nos había caído la llamada.
Le llamé de nuevo y seguí mi oración, insegura de lo que había oído. Luego de otro rato de silencio, Katie empezó su oración, pensando que yo ya había terminado. Pues, no. Se nos cayó la llamada otra vez. Tardamos más tiempo en darnos cuenta de la llamada perdida esa vez.
Cuando por fin nos volvimos a conectar, nos reímos de la manera en la que ninguna de las dos quiso interrumpir la otra y cómo no supimos cuánto había escuchado la otra. Pero, de verdad, no importó lo que escuchó la otra. Porque Dios sí nos oyó.
Los oídos de Dios no dependen de la cobertura de los celulares. Su atención no está limitado a las oraciones de una sola persona a la vez. “¿Me escuchas ahora?” ¡La respuesta de Dios siempre es que sí!
El lunes, la misma Katie compartirá parte de su historia con la oración y cómo ha impactado su vida.
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