Nadie lo hace perfectamente. Unas de las mejores lecciones en mi vida han venido por mis fracasos. Como Pablo lo dijo en 1 Corintios 12, “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.”
El camino cristiano no es fácil. Y nos puede parecer abrumador a veces cuando consideramos todo lo que Dios nos llama a ser y hacer como Sus hijas. Una de las trampas de Satanás más difíciles en mi vida ha sido la expectativa de la perfección.
Gracias a Dios, la gracia y el arrepentimiento son elementos imprescindibles en las buenas nuevas del evangelio. Y otra parte imprescindible del andar cristiano es el confesar el pecado y confesar nuestra necesidad por el perdón.
Como dice 1 Juan 1:5-10,
5 Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. 6 Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. 7 Pero, si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado.
8 Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. 9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 10 Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.
Podemos elegir: caminar en la luz o caminar en las tinieblas. Sin Cristo, estamos caminando en las tinieblas. Y lo que escogemos es el arrepentimiento: una vuelta de 180 grados de haber caminado en las tinieblas para ahora caminar en la luz. El arrepentimiento no significa que caminamos en la luz perfectamente. Significa que estamos comprometidos a nuestra elección de caminar siempre hacia la Luz.
Entonces, ¿qué pasa cuando confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos, decidiendo caminar en la luz?