“Gracias por escucharme. Me siento mejor al nada más poder hablar del asunto.” Una hermana así expresó su agradecimiento después de una conversación larga de muchas lágrimas. Había compartido conmigo unas cosas que le pesan en el corazón – cosas que están afectando mucho a la familia.
Cuando verbalizamos las cosas por las cuales estamos pasando, a Dios y a otros, se nos alivia el peso, se minimiza el dolor, y se baja el nivel de intensidad. Además, al compartir la carga de lo que nos enfrenta, recordamos que no estamos solas.
Cuando lo encerramos todo, sufrimos de lo que llamo el síndrome de la olla de presión. Si lo suprimes tanto, va a llegar un momento en que ya no aguantas y explotas.
Nunca estamos solas y Dios siempre nos escucha. Por lo tanto, la oración es una de las maneras más poderosas por la cual podemos aliviar el estrés, expresar frustración, regocijarnos y encontrar paz.
La oración es nuestra cuerda de salvavidas para la salud espiritual. El contacto y la comunicación constantes con nuestro Creador, Padre, y Gran Médico son vitales para nuestro bienestar.