A veces, tengo la necesidad de desahogarme. Me siento frustrada y mis circunstancias no se están cambiando tan pronto como quisiera. Normalmente, reconozco que mi actitud debe de cambiar, pero me molesta una situación o me siento abrumada. Y por lo tanto, siento la necesidad de compartir la carga de mi frustración con otra persona.
Doy gracias a Dios por las personas especiales en mi vida que me permiten desahogarme. Dios me ha provisto unas amigas fieles y miembros de la familia que me animan y que escuchan mis pensamientos.
Sin embargo, me he dado cuenta que si sólo comparto el descarga de mis frustraciones, ella muy poco va a querer hablar conmigo la próxima vez. Me convierto en una persona negativa, si sólo comparto la ira, la frustración, o la carga.
Con esa advertencia en mente, me he puesto más atenta a compartir el gozo, especialmente en cuánto relación con lo que me estaba desahogando. Y cuando comparto ese gozo, doy la oportunidad a Dios recibir la gloria por esa oración contestada. Veo Su mano obrando y reconozco que no soy olvidada ni sola.
Puede que no se haya resuelto el asunto del cual mi desahogué, pero puedo reconocer el gozo en el momento y dar gracias a Dios por él. Puedo compartir ese gozo con una amiga y contar las bendiciones, no sólo las frustraciones.
Aquí hay unas sugerencias para cuando nos estamos desahogando y regocijando.
Cuando te desahogas, acuérdate:
• No hables mal de otros.
• No chismees.
• No echas la culpa a otros.
• Todos tenemos días malos.
• Está bien compartir las cargas.
• Dios está en control y las cosas van a mejorar.
• ¡Ora!
Cuando te regocijas, acuérdate:
• Dios estaba escuchando y caminando contigo en la carga.
• Da la gloria a Dios y dale gracias.
• Enumera las oraciones contestadas.
• La cantidad de bendiciones es mayor que la cantidad de días malos.
• Regocijarse con otros siempre es mejor que regocijarse sola.
“Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran” (Rom. 12:15). Suena como desahogarse y regocijarse, ¿verdad?