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El calor abrumador y el sol agotador no desanimaron a mi mamá, mi hermana, y yo al explorar las zarzas de moras. Dos semanas después del momento preciso para cosechar, sabíamos que no íbamos a encontrar tantas moras como quisiéramos, pero la promesa de moras jugosas y deliciosas fue suficiente motivación para aguantar el calor y los brezos. Además, tenemos muchos recuerdos muy lindos de cosechar moras con mis abuelos en el estado de Iowa. Por esas experiencias, sabíamos que el fruto de nuestro labor sería dulce.
Cosechar moras es algo delicado. Las espinas que nos rascaron, puyaron a nuestros dedos, y engancharon a nuestra ropa, nos desanimaron para alcanzar la fruta prometida.
Al seguir adelante, determinada de probar más de las moras deliciosas, mi brazo empezó a temblar. Hubo un momento en que sentí al borde de un quebranto emocional – y fue por el dolor de una zarza de brezos. Tuve que forzarme a seguir enfrentando las espinas. La lucha fue intensa. Entre mi cuerpo físico que me quería proteger de más dolor, y mi deseo de colectar una mora más.
Gracias a Dios, no estaba sola en mi lucha. Mi mamá, mi hermana, y yo turnamos en sostener la mano de otra para balancear y alcanzar la fruta más lejitos. Pisamos los ramos o los sostuvimos para abrir el paso la una para la otra.
Sin embargo, cuidando de mis heridas la noche después de la cosecha, se me había olvidado la dulzura del día. El dolor en mi brazo y la erupción que me salió eclipsaron todo lo bueno y lo verdadero: las moras jugosas y el gozo de compartir en familia.
Luché para recordar la verdad del valor a pesar del dolor y la recompensa que se recibe al perseverar en los momentos difíciles.
Y dada la oportunidad el año que viene, sé que pasaré por el dolor de las espinas una vez más para disfrutar una cosecha rica de moras abundantes. Y sé que no voy a las zarzas a solas.
¿Cuántas situaciones o relaciones has enfrentado que tienen muchas espinas y dolores? ¿Reconoces el valor de su fruto al otro lado? ¿Y tienes a alguien que te ayude a superar las espinas?
Para obtener la vida abundante, tenemos que lidiar con muchas espinas. Las espinas nos dejan con cicatrices, y aunque sabemos que se van a sanar las rascuñas, el dolor inicial puede eclipsar la verdad de esas bendiciones. Y nuestro temor puede abrumar nuestra fe.
Satanás quiere que nos quedemos en el dolor, que perdamos nuestra fe, y que caigamos en la trampa de sus mentiras.
Así que, hoy, sea que sientes con rascuñas, heridas, o desanimada, que reemplazamos esa mentira con la verdad. Que recordemos la dulzura de la vida abundante en Cristo, llena de fe, esperanza, y amor.
No tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas… (Ez. 2:6)
(crédito por la foto: https://briarcroft.wordpress.com/2011/09/11/briers-and-thorns/)

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