Conozco a mi mejor amiga Ruth desde que teníamos 4 años. Siempre hemos sido bien unidas sin importar la distancia de una ciudad a otra o de un país a otro. Siempre buscamos la manera de estar en comunicación y de estar apoyándonos, ya sea por medio de una plática por video llamada o por medio de la oración.
Después de estar un año fuera de mi país, Honduras, regresé por una semana de vacaciones para visitar a mi familia y amigos.
Durante esa semana fui a visitar a Ruth a la cuidad donde ella vive. Me hizo de almuerzo los espaguetis que tanto me encantan y luego descansamos un rato. Estando ambas acostadas en su cama platicando, vinieron a mí muchísimos recuerdos de nuestra infancia, recuerdos que llenaron de inmenso gozo mi alma (momentos de peleas, reconciliaciones, secretos, alegrías, tristezas y mucho más) y por un momento fue como si el tiempo no hubiese pasado y fuésemos las mismas niñas de hace 20 años atrás.
Con el transcurrir del tiempo nuestras vidas han cambiado y tomado diferentes rumbos pero a pesar de eso, nuestra amistad ha crecido y se ha fortalecido.
Proverbios 17:17 dice: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.”
Ambas podemos decir que más que amigas somos hermanas unidas por un Padre Celestial.
Les invito a meditar y dar gracias a Dios conmigo por una amiga que ha sido de gran bendición y de crecimiento espiritual en nuestras vidas. Esa hermana que es como hierro afilando a hierro en nuestras vidas.