Ese refrán me recuerda de la bendición de los que benefician de un trasplante de órganos, y el dolor de la familia que sufrió la pérdida. En medio del dolor y la muerte, hay vida nueva y esperanza.
En un sentido espiritual, no podemos ignorar esa verdad: Si quiero que Cristo viva en mí, tengo que morir.
Ilustrado en el plantar, y en las Escrituras, sabemos que la vida viene a través de la muerte. Nuestra vida en Cristo se hace posible a causa de su muerte, pero nuestra muerte es necesaria para que él viva en nosotros.
Reflexiones profundas para un lunes, pero les dejo con la siguiente pregunta:
¿A qué te estás muriendo hoy?
“Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna.”
Juan 12:24-25