Escrito por Leylane Bertoldo Campos, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Recife
Hoy ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
(Lc 2:11-12 NVI)
“Tenemos que recordarnos continuamente lo que creemos”. Esta frase fue escrita por C.S. Lewis en su obra, Mero cristianismo para alertarnos sobre verdades importantes sobre nuestra fe que necesitan ser alimentadas con frecuencia.
En Lucas 1, vemos el anuncio del nacimiento de Jesús. El ángel Gabriel declara que Jesús " será un gran hombre y lo llamarán Hijo del Altísimo" (Lc 1:32). La venida de Cristo como niño nos recuerda que la transformación del mundo comienza en el corazón y en pequeños gestos de obediencia y fe, mostrando que Dios opera de una manera sencilla pero profunda, poniendo la salvación al alcance de todos.
Al elegir nacer como un niño, Jesús confirmó el amor de Dios por nosotros desde los primeros momentos de Su vida terrenal. A través de Su nacimiento, Jesús trajo paz y esperanza a un mundo lleno de angustia y desesperación, y esto no se puede olvidar.
Vivimos en una época de gran agitación. Pero diciembre no es un mes cualquiera. No estamos completamente inmersos en nuestras responsabilidades, y nos tomamos el tiempo para pensar y ver el presente. En diciembre, las calles y las casas se llenan de luces y decoraciones festivas, el clima cambia y todo a nuestro alrededor parece estar buscando algún tipo de renovación. Sabemos que una gran parte de esta celebración implica recordar el nacimiento de Cristo. Aunque la mayoría de los cristianos sabe que Jesús no nació en diciembre, nos gusta la idea de tener una fecha para recordar el nacimiento de nuestro Señor y Salvador.
No sé si a ti también te pasa, pero en cuanto empieza el mes de diciembre, empiezo a reflexionar sobre el año pasado y sobre todas las cosas que no se lograron. Surge una sensación desagradable de que no hice lo suficiente, o que no lo disfruté lo suficiente. Sin embargo, los buenos recuerdos y la gratitud que tengo por el presente que Dios me dio siempre me rescatan de estos pensamientos. Recuerdo que nunca seré ni haré lo suficiente, pero Jesús es todo lo que necesito.
Jesús siempre será el alivio que necesitamos en los momentos más difíciles. En Isaías 9:6 vemos al profeta Isaías trayendo esperanza al pueblo de Israel al anunciar un futuro gobernante que traería justicia y paz: " Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo;la soberanía reposará sobre sus hombros y se le darán estos nombres: Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz".
Aunque algunos eruditos debaten la posibilidad de que esta profecía fuera una referencia a un rey terrenal como Ezequías o Josías, está ampliamente aceptado que el lenguaje utilizado por Isaías va más allá de cualquier rey humano. Probablemente es lo que se llama una profecía de doble cumplimiento, refiriéndose a una predicción bíblica con dos cumplimientos distintos: uno más inmediato y otro posterior, generalmente más comprensivo o espiritual.
De esta manera, este versículo se convirtió en un anuncio del plan de Dios para la reconciliación con el hombre. Describe la nobleza y la misericordia de Dios, dones llenos de amor y bondad de un Padre a sus hijos. Es todo el alivio que necesitamos en un mundo cada vez más difícil.
Como mujeres, el deseo de alivio parece ser constante. La lucha diaria por encontrar un equilibrio entre el trabajo y la familia ha sido uno de los mayores desafíos para la mayoría de nosotras. Somos responsables del bienestar de todos en nuestros hogares. Como resultado, pensamos en todo, pensamos en todos, y eso puede ser agotador. Sin embargo, no nos vemos haciendo otra cosa que cuidar a nuestros seres queridos.
Amar es un privilegio dado por Dios, y soportamos las adversidades que implica esta difícil tarea porque somos renovadas diariamente por el amor y la misericordia de Dios.
Cuando recordamos el nacimiento de Cristo y la maravillosa gracia de Dios, sentimos paz. Cuando Cristo vino como un niño, en Su forma más vulnerable, vino como un regalo para todos nosotros. Su venida fue el camino necesario para que nos reconciliáramos con Dios, una prueba de amor que no podemos medir, pero que impacta nuestras vidas y nuestro futuro y nos permite disfrutar de la presencia de Dios por toda la eternidad. Que este recuerdo esté vivo en nuestros corazones, no solo en diciembre, sino durante todo el año.