Escrito por Aileen Bonilla, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Ecuador
“No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos” (Fil. 4:6 TLA).
No hay mejor historia para ilustrar esta reflexión que la situación misma que estaba atravesando el apóstol Pablo en el momento de escribir esta carta. Él se encontraba preso en Roma, más o menos entre los años 60 y 62 d.C. Sin embargo, los hermanos filipenses eran muy leales a él y a sus enseñanzas, por lo que constantemente enviaban ayuda monetaria a través de Epafrodito. Por este motivo, Pablo oraba constantemente por ellos para que los hermanos mantuvieran la unidad en Cristo Jesús, sometiendo su orgullo. De esa manera brotaría el fruto del gozo en toda la iglesia.
Pablo se encontraba preso y, aunque era un hombre muy fuerte, no dejaba de ser un humano, no dejaba de sentir. Pienso por un momento lo angustiante que debió ser estar en medio de gente tan peligrosa y de soldados despiadados. Aun así, su refugio era el Dios de Israel.
Algo similar vivió el rey David, observemos este salmo: “Lleno de angustia llamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo, ¡mi oración llegó hasta sus oídos!” (Sal. 18:6). No hay mejor refugio que el corazón de Jehová.
David también atravesaba persecución y sentía que su corazón era oprimido. Sin embargo, vemos que colocó su confianza mediante ruegos a Dios, porque estaba seguro de que iba a ser escuchado. Lo mismo expresa el apóstol Pablo. Me parece increíble que nos dice que no nos preocupemos por nada, y que cambiemos esa preocupación pidiendo a Dios lo que necesitemos, agradeciendo lo que sí tenemos en estos momentos. Tal vez, porque agradecer es mantener nuestra mente ocupada en lo tangible.
Puedo imaginarme a Pablo de rodillas clamando por la misericordia de Dios en todo tiempo. Eso reconfortaba su relación íntima con el Creador. Nos enseña que, en medio de nuestros problemas, entrar con confianza al trono de la gracia mediante la oración fortalece nuestra intimidad con Dios.
Para los filipenses no solo era la preocupación del día a día, habría que añadirle que en aquel tiempo ser cristiano era casi sinónimo de muerte. Aún así, ellos tendrían que aprender a confiar en Dios y usar la oración como el vehículo que los llevaría a encontrar la paz. Comentarista William Barclay dijo lo siguiente: “El que ora con perfecta confianza en el amor, la sabiduría y el poder de Dios, encontrará la paz de Dios”.
Mi querida lectora, sé que es difícil orar y agradecer cuando no tenemos empleo, o cuando estamos enfermas o algún ser querido lo está. No obstante, el llamado de Pablo es que mantengamos la mente en la gratitud de lo que Dios nos ha dado, como lo es la salvación de nuestra alma y conocer Su Reino Eterno. Él nos escucha y, como un Padre amoroso, atenderá nuestras peticiones. Algo que he aprendido durante estos últimos años es que Dios es el único ser misericordioso y Su amor es bondadoso; por lo tanto, orar constantemente con todo nuestro corazón hará que no dependamos de la volatibilidad de los seres humanos.