Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
De la misma forma como una hoja de papel puede adoptar diferentes formas y figuras de origami, así mismo, las relaciones interpersonales pueden moldearse de diferentes maneras según las expectativas que tenemos. Naturalmente, esperamos que las personas con las que nos relacionamos, tengan una forma de ser parecida a la nuestra, nuestros mismos valores, mismos puntos de vista, mismos gustos, etc. Sin embargo, no siempre sucede así. En el transcurso de mi vida adulta, he tenido amigos que sólo han permanecido en ciertas temporadas de mi vida y otros que aún conservo y con los que mantengo un trato cercano. He tenido amistades que he tenido que dejar porque ya no estamos en la misma página y es mejor tomar caminos separados, como Pablo y Bernabé en Hechos 15.
El tema de las expectativas no sólo aplica a nivel de amistades y parejas, sino también en lo ministerial y profesional. Considero que es totalmente válido aceptar que a veces crecemos en direcciones diferentes, que tenemos personalidades distintas y que como bien dice el dicho: “cada cabeza es un mundo”. Lo importante es que aprendamos a tener expectativas realistas, saberlas comunicar para que la relación se fortalezca, evitar idealizar a las personas y estar conscientes de que sin importar el tipo de relación que tengamos, nuestra esencia no debe cambiar. Somos cristianas y por encima de todo, deben prevalecer el amor y el respeto.
Somos luz y debemos alumbrar. (Mt 5:14)
Somos sal y debemos dar sabor. (Mt 5:13)
Tenemos el Espíritu Santo y debemos dar su fruto. (Gál 5:22-23)
Sé que duele dejar amistades y relaciones que pensábamos que iban a ser más duraderas. Pero es importante saber identificar cuando ya no somos la compañía adecuada para alguien y cuando alguien no lo es para nosotros, porque al final, nos terminamos haciendo daño mutuamente. La primera opción siempre es y será arreglar o restaurar el vínculo, pero si luego de todo el proceso, no se logra la armonía entre ambas partes, lo mejor es decir adiós.
Es importante escoger sabiamente a las personas que nos van acompañar en las diferentes temporadas de nuestra vida. Si de expectativas se trata, unas expectativas sanas que podríamos tener son coincidir con personas nutritivas,
- Que saquen lo mejor de nosotras,
- Que nos acerquen más a Dios,
- Que se alegren de nuestros éxitos y
- Nos apoyen en nuestros momentos más tristes.
“En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.” Prov. 17:17 (RV1960)
Personalmente, deseo seguir coincidiendo con personas que, sin importar sus diferentes formas y personalidades, me permitan mantener mi esencia cristiana. Quiero seguir siendo luz, sal y dar el fruto del Espíritu Santo en todas mis relaciones. ¿Y tú? ¿Cuáles son tus expectativas a nivel relacional?