Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
La experiencia es el mejor maestro. Hay cosas que no se pueden enseñar en un aula, sino que se aprenden en un contexto de la vida real. Te podría contar cómo hacer varias cosas, pero hasta que te muestro, hasta que compartimos una experiencia por la que podemos aprender juntos y fortalecer nuestro vínculo cristiano, la mera enseñanza quedará insuficiente.
Jesús vivía día y noche por tres años con los 12 apóstoles. Vemos cuando enseñó al pueblo, pero pasó aún más tiempo concentrado con los discípulos más cercanos (hombres y mujeres). Les reveló más de lo que hizo con el público. Explicó el significado de las parábolas. Les dio una visión de lo que les llamaría a hacer en el futuro.
Pablo seguía un patrón similar con los que sirvió como mentor. Revisemos el resumen de experiencias compartidas con Timoteo, a quién consideró como “su querido hijo” (1 Tim. 1:2; 2 Tim. 1:2).
10 Tú, en cambio, has seguido paso a paso mis enseñanzas, mi manera de vivir, mi propósito, mi fe, mi paciencia, mi amor, mi constancia, 11 mis persecuciones y mis sufrimientos. Estás enterado de lo que sufrí en Antioquía, Iconio y Listra, y de las persecuciones que soporté. Y de todas ellas me libró el Señor. 12 Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús, 13 mientras que esos malvados embaucadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. 14 Pero tú permanece firme en lo que has aprendido y de lo cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste. (2 Tim. 3:10-14)
Se cree que ésta fue la última carta que escribió Pablo, probablemente desde una cárcel romana. Sus palabras finales eran de ánimo para seguir fiel a las enseñanzas de Cristo y a la Palabra. Le estaba pasando la batuta (2 Tim. 2:2) a su hijo y amigo cercano. Pablo hasta le pidió que le trajera una capa que dejó por el camino y sus libros, especialmente los pergaminos (2 Tim. 4:13). Definitivamente fue más que una amistad casual.
Pocos versículos después, en 2 Timoteo 4:19, Pablo manda saludos a Priscila y Aquila, entre otros. En Hechos 18, aprendemos que Priscila y Aquila eran judíos que vivían en Roma hasta que Claudio les expulsó de allí, y terminaron en Corinto. Dado que eran hacedores de tiendas de campaña, al igual que Pablo, él se quedó y trabajó con ellos. Luego se convirtió en su “base de hogar” mientras quedaba en Corinto “algún tiempo más” (Hch. 18:18). Luego, acompañaron a Pablo en Éfeso, donde explicaron a Apolo “con mayor precisión el camino de Dios” (Hch. 18:26).
Priscila y Aquila eran como familia. Habían trabajado juntos en el trabajo secular y del Reino en el puerto de Corinto. Sabemos de las dos cartas más largas de Pablo que la iglesia en Corinto luchaba extensivamente. Y basado en una referencia en 1 Corintios 7, es bien probable que no fueron sólo esas dos cartas.
Estos tres hacedores de tiendas tenían la bendición de nunca caminar a solas durante un tiempo de lucha espiritual en una iglesia. Tenían un espíritu unido, como familia y de apoyo. Se nota por qué Pablo los saluda por nombre en más de una sola carta.
Otro discípulo de Cristo que Pablo consideró como familia, hasta como otro hijo, fue Tito.
4 A Tito, mi verdadero hijo en esta fe que compartimos: Que Dios el Padre y Cristo Jesús nuestro Salvador te concedan gracia y paz. 5 Te dejé en Creta para que pusieras en orden lo que quedaba por hacer y en cada pueblo nombraras ancianos de la iglesia, de acuerdo con las instrucciones que te di. (Tito 1:4-5)
Pablo confiaba en Tito para terminar el buen trabajo que habían comenzado juntos. Si volvemos a cuando Pablo y Bernabé se dividieron, reconocemos que Pablo estuvo exigente sobre a quién mentoreaba y en quién confiaba (Hch. 15:36-41). Bernabé mentoreó a Juan Marcos y Pablo escogió a Silas para tomar su segundo viaje misionero. Luego, Pablo perdonó a Marcos y hasta pidió que lo visitara (2 Tim. 4:11).
Los saludos en Romanos 16 son evidencia del tiempo que Pablo pasó con cada una de esas personas: experiencias compartidas, estar en sus casas, los amigos y hasta parientes, los colaboradores, incluyendo por supuesto, a Priscila y Aquila. La carta a los Romanos fue transcrita por Tercio, quien envió sus propios saludos (Rom. 16:22). Sospecho que Tercio llegó a escuchar más historias que sólo las que escribió en la carta a los cristianos en Roma.
Ese último punto me lleva a la manera final que mencionaré que Pablo enseñó: al escribir cartas juntos. Primera de Corintios fue escrita por Pablo, junto con Sóstenes. Segunda de Corintios y Filipenses fueron escritas por Pablo y Timoteo. Primera y segunda de Tesalonicenses fueron escritas por Pablo, Silas y Timoteo.
Estoy emocionada por llegar a los cielos y escuchar todas las historias compartidas por esos viejos amigos y colaboradores en el Reino. ¿Por cuáles historias y experiencias has aprendido?
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