Publicado originalmente el 9 de diciembre de 2020
Escrito por Johana Batres, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado Springs, CO
“...Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu Dios, a quien siempre sirves, salvarte de los leones?” (Dan. 6:20)
Les invito a leer Daniel 6:10-22:
“Cuando Daniel se enteró de la publicación del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio, cuyas ventanas se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres veces al día. Cuando aquellos hombres llegaron y encontraron a Daniel orando e implorando la ayuda de Dios, fueron a hablar con el rey respecto al decreto real:
—¿No es verdad que Su Majestad publicó un decreto? Según entendemos, todo el que en los próximos treinta días adore a otro dios u hombre que no sea Su Majestad será arrojado al foso de los leones.
—El decreto sigue en pie —contestó el rey—. Según la ley de los medos y los persas, no puede ser derogado.
Ellos respondieron: —¡Pues Daniel, que es uno de los exiliados de Judá, no toma en cuenta a Su Majestad ni el decreto que ha promulgado! ¡Todavía sigue orando a su Dios tres veces al día!
Cuando el rey escuchó esto, se deprimió mucho y se propuso salvar a Daniel, así que durante todo el día buscó la forma de salvarlo. Pero aquellos hombres fueron a ver al rey y lo presionaron:
—No olvide Su Majestad que, según la ley de los medos y los persas, ningún decreto ni edicto emitido por el rey puede ser derogado.
El rey dio entonces la orden, y Daniel fue arrojado al foso de los leones. Allí el rey animaba a Daniel:
—¡Que tu Dios, a quien siempre sirves, se digne salvarte!
Trajeron entonces una piedra, y con ella taparon la boca del foso. El rey lo selló con su propio anillo y con el de sus nobles para que la sentencia contra Daniel no pudiera ser cambiada. Luego volvió a su palacio y pasó la noche sin comer y sin divertirse, y hasta el sueño se le fue. Tan pronto como amaneció, se levantó y fue al foso de los leones. Ya cerca, lleno de ansiedad gritó:
—Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu Dios, a quien siempre sirves, salvarte de los leones?
—¡Que viva Su Majestad por siempre! —contestó Daniel desde el foso—. Mi Dios envió a su ángel y les cerró la boca a los leones. No me han hecho ningún daño, porque Dios bien sabe que soy inocente. ¡Tampoco he cometido nada malo contra Su Majestad!”
Esta es una de mis historias favoritas.
Muchas veces creemos que es una historia sólo para niños, pero trae una gran enseñanza para nosotras también. Especialmente en esta parte: para crecer en cualquier área de nuestras vidas, se requiere disciplina. Asimismo, en nuestro andar con Dios, cultivar la disciplina espiritual de pasar regularmente tiempo con Él es una de las maneras de desarrollar nuestra confianza.
Daniel es un buen ejemplo de disciplina en el andar con Dios. De joven, comenzó a tomar decisiones sabias y cuidadosas (Dan. 1:8). También oraba con regularidad, "y daba gracias delante de su Dios" (6:10). Su búsqueda frecuente del Señor hizo que quienes lo rodeaban reconocieran fácilmente su fe. Incluso el rey Darío lo describió como "siervo del Dios viviente," a quien Daniel servía continuamente (vv.16, 20).
Como Daniel, nosotras también necesitamos desesperadamente a Dios. ¡Qué bueno saber que el Señor obra en nosotras para que anhelemos pasar tiempo con Él (Fil. 2:13)!
Por eso, presentémonos delante de Dios cada día y crezcamos en el conocimiento de nuestro Salvador (2 Pe. 3:18). Pasar tiempo con Dios nos transforma.
Pidámosle a Dios que nos ayude a pasar tiempo con Él regularmente, y de esa manera nos mantendremos enfocadas en Él y en Su palabra para ser transformadas.