¿Por qué la grama nos invita a acostarnos en ella y las grandes piedras nos invitan a escalar?
¿Por qué dio Dios a los amaneceres y los atardeceres muestras gloriosas de varios colores fluctuantes y brillantes?
¿Necesita un ciempiés los 100 pies?
¿Rugiría un león tan fuerte si no tuviera su milena impresionante?
¿Por qué tiene un pez tantas escalas pequeñas en vez de una o dos grandes? ¿O sería ya una almeja si fuera así?
¿Siempre tenía Dios el plan de crear a un pez tan grande como para tragar a un hombre rebelde?
¿Has pensado en cómo las plumas de un ave facilitan su vuelo? Más allá de la funcionalidad de sus plumas, la cantidad de colores y formas de cabeza no es por necesidad sino por el diseño extravagante de Dios.
Extravagancia gratuita.
Gratuita… no es el simple pan que alguien te regala. Tampoco es algo gratis que más bien le quita su valor, sino una dádiva, un regalo que no merecemos. Las cosas gratuitas de Dios van más allá de lo que esperamos o merecemos.
Extravagancia… la belleza gratuita con la que Dios creó el mundo va más allá de lo que hubiéramos anticipado o imaginado. Definitivamente es más de lo que merecemos. El esplendor prodigio de la creación nos señala un Creador amoroso que se deleita en el arte de la obra de Su mano.
Extravagancia gratuita.
Santiago, el hermano de Jesús, usó dos facetas contrastantes para describir al Padre de quien vienen todo lo innecesario regalado.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras” (Stgo. 1:17).
Los dones de Dios son buenos. Las dádivas de Dios son sacrificiales. Lo que nos regala nunca podemos pagar. Muchas de Sus dádivas son innecesarias, pero todo buen regalo inspira gratitud. ¿Y Su mayor dádiva? Su amor.
Pablo intenta describir el amor de Dios en Efesios, usando palabras como “gloriosas riquezas” y “cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor… que sobrepasa nuestro conocimiento.” Unos de mis versículos vienen a la conclusión de esa descripción inepta. Son una bendición y un llamado a acción.
Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén. (Ef. 3:20-21)
No hay manera de pagar a Dios por Sus regalos extravagantes. Son dádivas. Sin embargo, esa belleza gratuita nos sirve como una invitación a agradecerle y alabarle.
Los dones de Dios son una invitación, no una obligación.
¿Tengo que deleitarme en la pregunta sobre por qué tiene una jirafa tantos puntos? No. Pero tengo la invitación a deleitarme con Dios, quien creativa y cuidadosamente diseñó y deleitó en la belleza única de cada animal, toda brinza de hierba, cada pez en el mar y la cantidad de aves en el cielo.
Y cuando pausamos y tomamos un momento para celebrar y expresar nuestra gratitud por Su extravagancia gratuita, somos redefinidas por nuestra gratitud y transformadas por Su belleza y amor.