Escrito por Corina Díaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
¿Has pensado cuál es la relación más importante en tu vida?
Cuando pensamos en la relación más importante de nuestras vidas, seguramente viene a nuestra mente la relación con Jesús; y si esta idea no viene a nuestra cabeza, entonces no te preocupes, vamos a observar de cerca cuál es la necesidad de priorizar esta relación.
A mi parecer, Pedro es un hombre de relaciones, en sus cartas describe las relaciones entre los esposos, líderes, padres e hijos, extranjeros y miembros del cuerpo de Cristo, quizá también otras relaciones; pero el punto interesante aquí es, que Cristo es el centro de estas relaciones. En el capítulo 1 de su primera carta, desde el versículo 3 al 9, Pedro relata acerca de la herencia que hemos recibido de Cristo y cómo, a través de nuestra fe, llegamos a amar a Dios aún sin haberle visto. Además de la relación perfecta entre Padre, Hijo y Espíritu Santo somos nosotras directamente beneficiadas de la gracia y la misericordia infinita de Dios. De esta manera, ahora nosotras recibiendo este regalo, estamos totalmente capacitadas para generar amor sincero a través de la obediencia.
“Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros.” (1 Pedro 1:22, NVI)
De esta manera, vemos que la obediencia a la verdad es directamente proporcional a la forma en la que generamos amor y nos mostramos ante las demás personas, siendo vulnerables (amándonos de corazón sin esperar nada a cambio), mostrando a Jesús en cada acto de nuestras vidas y sosteniendo con paciencia a la otra en su debilidad.
Es así como a través del trabajo constante en mi relación con Jesús, puedo tejer con paciencia redes vinculares saludables y relaciones que me ayuden a formar mi carácter, y que, además, de forma recíproca, me permitan reconectar con Jesús en mis momentos de dificultad.