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2021 05 03 Jesucristo redefine nuestras relacionesEscrito por Johana Batres, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado Springs, CO

Mi esposo y yo nos mudamos de Guatemala a la ciudad de Colorado Springs, Colorado, hace 17 años. Cuando llegué a este lugar hermoso, no tenía amigas; el idioma inglés no lo entendía ni hablaba y pasaba mucho tiempo sola en nuestro apartamento. Con el tiempo, la organización donde mi esposo trabaja empezó a mudar otras personas de Guatemala y México a esta ciudad, y poco a poco nuestro círculo de amigos fue creciendo. Ellos han sido más que amigos; son como la familia que dejamos en Centroamérica.

Las relaciones en una amistad no sólo existen para reunirte con alguien a comer o con un grupo para pasarla bien. Las relaciones desarrollan un papel clave en nuestro desarrollo ya que están presentes desde nuestro nacimiento hasta el fin de nuestros días en cualquiera de los ámbitos en los que nos movemos. Dios nos hizo seres relacionales. Génesis 2:18 (RVR1960) dice: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”

Las relaciones nos permiten sentirnos competentes en las más variadas situaciones y obtener una gratificación social que nos aporta equilibrio y felicidad. Necesitamos mantener y cuidar las amistades, compartir nuestras experiencias con los demás y empatizar con las que viven otros. Sentirse solo y aislado ocasiona un sufrimiento psicológico muy difícil de manejar para cualquier persona.

Por otro lado, nos gusta compartir y relacionarnos con las personas que nos caen bien. Pero, como hijas de Dios, debemos vivir la vida conforme a las siguientes normas al relacionarnos con las personas que nos rodean: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:43-48, RVR1960).

Con nuestra manera de vivir, estas normas de conducta son difíciles de llevar a la práctica. Todas nosotras, si somos honestas, debemos admitir que hay personas que no nos agradan. Si estas personas mantienen su distancia las podemos sobrellevar bastante bien. Sin embargo, Jesús nos dice que esta actitud no es suficiente, sino que debemos hacer lo siguiente:
• Amar a nuestros enemigos
• Bendecir a los que nos maldicen
• Hacer el bien a los que nos aborrecen
• Orar por los que nos maltratan y nos persiguen

Estas indicaciones son experiencias que implican acción. No debemos evitar a nuestros enemigos de forma pasiva. Al contrario, debemos buscar su bienestar de forma activa: amándolos y orando por ellos. Quiero hacerte esta pregunta: ¿Estás bendiciendo, amando y haciendo bien aquellas personas que no te son simpáticas o con las que no te relacionas bien?

Si te has hecho esta pregunta antes, la respuesta es sencilla: porque cuando tenemos buenas relaciones con los demás, es cuando comenzamos a evidenciar si en verdad Jesucristo está obrando en todas las áreas de nuestro ser o, por el contrario, seguimos actuando en la carne.

Jesucristo redefine la naturaleza de nuestras relaciones convirtiéndolas en relaciones no basadas en nuestros sentimientos ni conveniencia sino en el amor de Dios para con los demás. Por la gracia de Dios, el Espíritu Santo obra en nuestro interior para que no tengamos que vivir “conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:4, RVR1960).
Dios es la fuente inagotable de amor y gracia: lo que más necesitamos para mantenernos unidos unos con otros en nuestras relaciones. Pidámosle al Señor que nos muestre cómo honrarle y depender de Él en cada aspecto de nuestra vida y que nos ayude a no dañar nuestra relación con Él y las personas que nos rodean.

¿Cuáles son las relaciones por las que tienes que orar y trabajar hoy para que el Espíritu Santo te ayude?

 

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