Escrito por Eliuth de Valencia, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
2020 sin duda fue un año difícil para muchas de nosotras y fue definitivamente diferente de lo que se había planeado, especialmente porque todo lo tenemos sobre pensado. Sin embargo, si nos ponemos a repasar las metas que perseguimos los últimos años, seguramente descubriremos lo que el pasaje de Jeremías 18 nos habla acerca del pueblo de Israel, e incluso sobre mí. Pensar que la mayoría de estas metas pueden ser alcanzadas sin la ayuda de Dios, en otras palabras, "Poder por sí solas."
Aunque no es un pensamiento explícito sino más bien tácito, sin duda la premisa que prevalece es que los seres humanos nos reinventamos y seguimos a pesar de las circunstancias, logramos sobreponernos y lo único que necesitamos es gente que nos anime y algunos recursos materiales desplazando obviamente a Dios: "Con una buena dosis de determinación se pueden lograr grandes cosas." Tal cual la motivación inspiradora al final de ver alguna película donde se exalta la autosuficiencia y confianza del hombre en sí mismo, lejos de Dios.
La palabra autosuficiencia hace referencia al acto mediante el cual una persona puede abastecerse por sí mismo para satisfacer sus necesidades básicas y más importantes. Pero el éxito no es, necesariamente, una señal de que la meta haya sido establecida por Dios. Nadie puede considerarse capaz sin la ayuda de Dios. Nadie es competente para cumplir con sus propias fuerzas la responsabilidad para la que Dios nos ha llamado: "no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Cor. 3:5 RVR1960).
La palabra griega que se traduce como “pensar” también puede significar "considerar" o "razonar.” Pablo desdeñaba su propia capacidad para razonar, juzgar o evaluar la verdad. Abandonado a su propio poder, él era inútil. Dependía de la revelación divina y el poder del Espíritu Santo.
Al pensar en ser refinada me animo a vaciarme a mí misma para poder ser redefinida y retornar a Jesús (el Mediador) quien es la única seguridad de alcanzar cualquier meta. Tenemos que pedirle al Espíritu de Dios (el Consolador) que nos revele cuáles son los sueños que quiere que persigamos. Sueños que estén destinados a fracasar si Dios no interviene: "Y dijeron: Es en vano; porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos «cada uno» * el pensamiento de nuestro malvado corazón" (Jer. 18:12 RVR1960).
Sin la habilitación del Espíritu Santo, el talento natural puede llevarnos al fracaso. Como siervas de Cristo, necesitamos el carácter y la fuerza especial que sólo Dios da y sólo hay un medio disponible en el cual tenemos acceso absoluto, y es por medio de la oración. Dios mismo nos invita a estar con Él al comenzar cada día. Y no hay motivo, ni razón, por el que no pueda hacer eso, no puedo pensar en algo más importante que hablar con y escuchar al Dios vivo.
Que este sea un año redefinido en el que pongamos nuestra seguridad en la total suficiencia de Dios y recodemos siempre que nuestra capacidad proviene de Dios.