“Me deleito en hacer Tu voluntad, Dios mío;
Tu ley está dentro de mi corazón.” (Salmo 40:8)
Las palabras fluyen con facilidad por mis labios, pero mi mente titubea preguntándose, analizando el Salmo de pies a cabeza….
Tu ley está dentro de mi corazón
Escudriño mi corazón y encuentro muchas cosas: sentimientos de cariño para personas, lugares y recuerdos. Y sí, encuentro la Palabra de Dios, un amor y respeto profundo por lo que está escrito, una expresión del deseo que tiene Él para con nosotros. Encuentro conocimiento de Sus leyes: como me debo comportar para ser más como Él, bondad, paciencia, perdón. He leído Su Palabra y mi mente y corazón descansan sobre sus mandamientos, completamente conscientes de Su presencia y aplicación en mi vida.
Dios mío
Pero me pregunto, ¿realmente estoy consciente de quién es cuyas leyes están en mi corazón? No son las leyes de un país que exige que obedezcas o te enfrentarás las consecuencias. No son las leyes de un padre o madre que merece respeto por el tiempo y amor que han derramado sobre nosotros a través de los años. Son las leyes del Creador del Universo quien ha encomendado una parte de la eternidad en nuestras manos. No pide mucho, pero merece todo. Nada de lo que tenemos o hacemos es gracias a nosotros. Todo es gracias a Él.
Me deleito en hacer Tu voluntad
Esta es la parte que me detiene para echar un vistazo honesto a la motivación detrás de mis acciones. Sí, hay partes de la voluntad de Dios que provocan deleite. El ser parte de Su cuerpo, animándonos unos a otros con creyentes en todo el mundo, luchando por ser como Cristo al lado de hermosas amigas y hermanas… ¡esto sí es un deleite! Pero, ¿que de las veces cuando la obediencia no es tan divertida? ¿Sigo deleitándome?
¿Me deleito cuando debo portarme con bondad ante alguien que me ha tratado mal? ¿Me deleito cuando soy llamada a servir a alguien que me ha lastimado profundamente? ¿Me deleito cuando el obedecer un mandamiento pueda traerme algún daño físico?
Santiago 1:2-3 dice “Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia.”
¿Gozo en las pruebas? Sí. Si son pruebas de obediencia, hará gozo cuando perseveramos. No una felicidad circunstancial efímera, sino un gozo profundo, duradero que viene al saber que hemos recibido misericordia y gracias del que ha conquistado el dolor, la tristeza, el pecado y la muerte.
Anhelo clamar este Salmo como el canto de mi corazón. Anhelo hallar gozo puro al hacer la voluntad de Dios, sin importar lo que esa sea.
Quiero que las siguientes frases sean el coro reflejado en mis acciones:
Cuando el obedecer a Dios parezca ilógico y arduo…
“«Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada, pero porque Tú lo pides, echaré las redes».” (Gracias por tu ejemplo, Pedro… Lucas 5:5)
Cuando el obedecer a Dios pueda traer acusaciones y juicio del mundo que me rodea…
“«Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra».” (Gracias por tu ejemplo, María… Lucas 1:38)
Cuando el obedecer a Dios significa enfrentar angustia, dolor y temor…
“«Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya».” (Gracias por Tu ejemplo, Jesús… Lucas 22:42)
Entonces podré decir que verdaderamente me deleito en hacer Tu voluntad, y encuentro el GOZO en la OBEDIENCIA.