Escrito por Johana Batres, Voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colorado Springs, CO.
“Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo.” (1 Corintios 12:27)
Las invito a leer 1 Corintios 12:20-27.
En una ocasión, un gran amigo y hermano en Cristo decidió ir de Guatemala a Honduras para ir a estudiar al instituto bíblico Baxter. Le hicimos una despedida, en la que oramos y bendecimos. Cuando regresó graduado de Baxter, me di cuenta que le hacía falta el dedo pulgar de su mano izquierda.
En una ocasión, en un autobús su dedo quedó prensado en las puertas y lo perdió. Aprecio mucho a este amigo y hermano, y me imagino que fue difícil para él perder el dedo pulgar. Sin utilizar el pulgar, intenta cepillarte los dientes, abotonar una camisa, peinarte, atarte los zapatos o incluso comer. Este dedo pequeño y gordito del cuerpo tiene un papel fundamental.
El apóstol Pablo señala un escenario similar en la iglesia. Aquellos que suelen ser menos visibles o que se escuchan menos experimentan a veces un «no te necesito» de parte de otros (1 Corintios 12:21). A menudo, esta idea se refleja solo en actitudes, pero en ocasiones, se dice en voz alta.
Dios nos llama a mostrar igual interés y respeto unos por otros (v. 25). Todos los creyentes somos parte del cuerpo de Cristo (v. 27), sean cuales sean los dones que hayamos recibido, y nos necesitamos mutuamente. Algunos son ojos u oídos —por decir así—, y algunos son pulgares. Pero todos tenemos una función vital en el cuerpo de Cristo, la iglesia; y a veces, más de lo que parece.
Una cosa muy importante para recordar, Cristo es la Cabeza y nadie más puede serlo.
Si eres un «ojo», ¿cómo puedes alentar a un «pulgar»? Si piensas que eres un miembro insignificante, memoriza 1 Corintios 12:27.