Escrito por Tony Brizendine, esposo de Brenda y voluntario con el Ministerio Hermana Rosa de Hierro
Puedo recordar la emoción que sentí como si fuera ayer. Brenda y yo estábamos escogiendo el color de la pintura, los gabinetes, la alfombra y detalles de iluminación para nuestra nueva casa. Esto es algo por lo que habíamos orado por años y nuestro sueño finalmente se estaba volviendo realidad. Recibimos una llamada de nuestro vendedor de bienes raíces mientras celebrábamos mi cumpleaños. Él nos felicitó porque aseguramos la propiedad en la que construiríamos nuestra nueva casa. Yo pensé con certeza que era la mano de Dios bendiciéndonos. Ya habíamos vendido nuestra antigua casa y estábamos viviendo en el sótano de la casa de mis padres mientras esperábamos que construyeran nuestra nueva casa. Además, estábamos esperando a nuestra hija y esperábamos que la casa estuviera terminada antes de que ella naciera.
Los meses que siguieron parecían contradecir toda nuestra emoción. La construcción de nuestra casa se demoró por varios meses debido a una escasez de trabajadores. Para el momento en que los trabajadores estaban disponibles, recibí la noticia de que estaban cancelando mi contrato de trabajo. Finalmente, tuvimos que dejar el contrato de construcción de nuestra casa unas semanas antes de la fecha estimada del parto de Brenda. Estaba devastado. Sin trabajo, sin casa y una bebé en camino. Me preguntaba una y otra vez, “¿Por qué un buen Dios permitiría que esto sucediera?” Me sentía enojado y abandonado por Dios.
Unos días después de que nuestra hija naciera, recibí una llamada de un antiguo jefe. Él me estaba invitando a aplicar a una posición disponible en su compañía. Una semana después de su llamada y las entrevistas, estaba empleado de nuevo. Mis padres y mi hermana menor nos ayudaron con nuestra hija recién nacida mientras vivíamos con ellos, lo cual fue una gran bendición para nosotros. Dos meses después, nuestro vendedor de bienes raíces nos llamó porque tenía una muy buena casa disponible para comprar que llenaba nuestras necesidades perfectamente. Pudimos mudarnos a nuestra casa durante el fin de semana de mi cumpleaños, exactamente un año después de que habíamos asegurado la propiedad para la casa que queríamos construir.
Después de tener un tiempo para reflexionar, me di cuenta que no estaba poniendo a Dios primero. En esa época me había vuelto egoísta y corto de vista. No veía a Dios como mi proveedor. Me veía a mí mismo y a mi trabajo como mi proveedor en lugar de Él. Él es el Gran “YO SOY” y como dice en Deuteronomio 6:4, “El Señor nuestro Dios, el Señor uno es.” Dios no está interesado en solamente conceder los deseos de nuestro corazón, Él quiere todo nuestro corazón. Mientras nosotros vemos las cosas al nivel de la superficie, Él puede ver desde un nivel mucho más alto de lo que nosotros podemos ver.
Aunque estaba muy agradecido con Dios por restaurar mi trabajo y ayudarnos durante esa temporada, yo sentía como que nuestro sueño se había perdido. Pero tres años después, Dios proveyó una casa que está cerca de donde originalmente queríamos construir, y que fue construida al mismo tiempo en que nosotros perdimos la “casa de nuestros sueños”. Las personas que estaban vendiendo la casa, la cual superaba nuestras expectativas, cuidaron muy bien de ella y la dejaron en una condición inmaculada. Era como que Dios puso a estas personas a cuidarla mientras Él esperaba el tiempo correcto para entregárnosla.
Dios había visto lo que necesitábamos al nivel de la superficie, pero Él quería que aprendiéramos a verle a Él primero, el Uno, el Todo. Gracias por permitirme compartir este recordatorio sobre la importancia de mantener los ojos puestos en el YO SOY.