Brenda es la asistente en comunicaciones del Ministerio Hermana Rosa de Hierro.
Cuéntanos un poco de ti y de tu familia.
Hola, gracias por la oportunidad de compartir en este blog.
Soy originaria de Guatemala, país ubicado en Centro América. Nací, crecí y viví en Guatemala hasta que me mudé a Estados Unidos, 3 días antes de mi boda, para unirme al amor de mi vida hace un poco más de 5 años. Tony es nacido en Estados Unidos con descendencia afroamericana. Juntos tenemos una pequeña de 3 años, quien reúne en su sangre las culturas latina y afroamericana.
¿Cuáles han sido las bendiciones de unir dos culturas en una sola familia?
El poder ver el mundo desde perspectivas diferentes. Aprender a hablar dos idiomas (especialmente en el caso de mi esposo, y ahora el de nuestra hija). Ser expuestos a otras culturas de primera mano, y no por medio de películas, noticias o documentales. Probar comidas diferentes, ser expuestos a experiencias diferentes, ¡se expande la variedad de recetas que se pueden preparar! Pero lo más importante, aprender a conocer cómo los planes de Dios son perfectos aún y cuando lucimos distintos, hablamos distinto y manejamos las situaciones de diferente manera debido el contexto en el que fuimos criados.
¿Qué ha sido lo más difícil de haberte casada con alguien de otro idioma o cultura?
¡Reconocemos que eso no implica que estés hablando mal de tu familia nueva!
¡Uuuuy! ¡Si les contara! Jajaja. Básicamente diría que es la comunicación. Aunque tanto mi esposo y yo nos comunicamos en inglés, yo crecí en un ambiente y cultura muy distintos, y la forma de comunicarnos es más directa, sin tanto rodeo y siempre tratando de resolver los asuntos de manera inmediata, pues la idea es estar siempre en comunidad. Mi esposo, en cambio, habla más diplomáticamente (¡por no decir que habla con rodeos!) y su manera de ver la vida es un poco más independiente. Y agreguemos, él es hombre y yo mujer. ¡Definitivamente pensamos en diferentes canales! Hay cosas que el español tiene mucha variedad para expresar, pero es muy limitada la traducción al inglés. Eso nos hace más creativos al comunicarnos.
¿Qué nos puedes contar sobre el vivir en un país que no es tu país de origen?
Es toda una experiencia. ¡Iniciando por el clima!
Aunque he estudiado inglés casi toda mi vida y lo practiqué mucho en mi último lugar de trabajo en Guatemala, siempre voy a tener mi acento guatemalteco. ¡Y la gente lo nota! El inglés no es mi idioma, y, por consiguiente, voy a tener errores gramaticales de vez en cuando, y muchas veces “horrores” ortográficos también.
Luego, el color de mi piel me delata. Eso, inmediatamente alerta a otros sobre mi nacionalidad extranjera y, por lo tanto, la manera en que se dirigen a mí es distinta.
A continuación, puedo mencionar las costumbres, especialmente en cuanto a cómo se llevan las relaciones. Yo crecí en una cultura en donde la familia, los amigos y el convivir con personas es el pan de cada día. No importa cuán ocupados o cansados estemos, siempre hay una buena excusa para reunirnos, ¡aún si alguien se presenta a tu casa sin avisar! Y siempre compartimos una comida, aún si nos toca “echarle más agua al caldo”. Las emociones no se esconden. Podemos expresar nuestras emociones tal y como las sentimos, y sabemos compartir muy íntimamente con quienes tenemos cerca.
Acá, veo que todo es planificado, tiene que programarse y se ve de muy mal gusto “caer de sorpresa”. Y las personas no se dan el permiso de expresar emociones en público. En este sentido puedo decir que extraño mucho a mis amigos, mi congregación y la manera de desarrollar amistades.
Sé que tienes experiencia trabajando con gente de muchas naciones, por ejemplo, cuando trabajaste con Compassion. ¿Qué más te impactó o te llamó la atención al trabajar con personas de otra cultura?
He de decir que Compassion me dio la oportunidad, primero, de conocer otras culturas incluso dentro de mi país. Logré visitar comunidades muy remotas y en donde el español no era el primer idioma de los habitantes. Aprendí mucho de sus costumbres, y de los retos y dificultades que ellos tenían. A la vez, pude compartir con personas de diferentes países en Latinoamérica y el Caribe. ¡Vaya experiencia! Siempre teníamos sesiones en donde comparábamos las palabras que usábamos en cada país para referirnos a una misma cosa.
Asimismo, pude compartir con personas de Norte América y Europa. Con todas estas experiencias, pude ser expuesta a diferentes idiomas y diferentes puntos de vista sobre las mismas situaciones. Pero al final, aun con todo y nuestras diferencias, trabajábamos para un mismo fin y para una misma misión, y eso nos hacía ver por encima de las diferencias culturales para encontrar soluciones que bendijeran a quienes serían los recipientes del resultado de nuestros esfuerzos. En el caso de Compassion, los niños. Recuerdo una frase que es muy popular para resolver conflictos, y que trato de aplicar en mi diario vivir: “hablando se entiende la gente”.
¿Hay un versículo bíblico que te ha impactado en las relaciones interculturales?
Hechos 17:26-28 Nueva Versión Internacional (NVI)
26 de un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. 27 Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, 28 “puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos”. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes”.
¿Cómo podemos nosotras como Hermanas Rosa de Hierro servir para mejorar las relaciones interculturales?
Recordando que no es a nosotras mismas a quien servimos, sino que estamos en una misión, la cual es llevar las buenas nuevas de Cristo a todas las naciones. Entonces no debemos fijarnos en color de piel o de cabello, el idioma o las costumbres. Debemos seguir trabajando cada día en ser más como Cristo y reflejar de su amor, porque así es como le conocerán a Él, por medio de nuestros frutos. Amando a Dios con todas nuestras fuerzas, mente y alma, para poder amar a nuestro prójimo, de tal manera que lleguemos a ser un solo cuerpo en Cristo Jesús.
¿Hay algo más que puede hacer la iglesia en general para mejorar las relaciones interculturales?
Primero, recordar que todos hemos sido creados a la imagen de Dios, por lo tanto, todos merecemos ser tratados con el mismo nivel de dignidad, respeto y amor. Segundo, estar dispuestas a conocer a otros, no solamente como curiosidad o como una tarea, pero genuinamente dedicar un tiempo para conocer a esa persona. También, estar dispuestos a ser vulnerables, a hablar de ti misma para que conozcan que eres un ser humano en trabajo a ser transformada a la imagen de Cristo. Comprendo que no todos nos volvemos mejores amigos, pero si nos esforzamos en amarnos y ayudarnos a mejorar unos a otros, seremos testimonio de Jesús como lo indica Juan 13:35 “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”
¡Gracias por compartir tu historia con nosotros!