Escrito por Liliana Henríquez, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Colombia
En Gálatas 5:19-21 encontramos una lista bastante exhaustiva de las obras que caracterizan la naturaleza de la carne. Las más famosas son: adulterio, fornicación, idolatría, homicidios y borracheras. Cuando identificamos alguna de esas obras en alguna persona o hermano en la fe, nos escandalizamos y a veces somos rápidos en juzgar y señalar. Sin embargo, estudiando este capítulo de Gálatas, me llamaron la atención estas otras cuatro obras que, sin duda alguna, podemos identificar fácilmente en casi cualquier ser humano y que no tendemos a darle el mismo peso que a los “pecados rojos.”
Enemistades
Pleitos
Celos
Iras
¿Te identificas con alguna de esas? Pues, yo sí. ¡Con todas!
Me aterré al ver que las mismas obras que yo he manifestado en algún momento de mi vida, estén en la misma lista que los pecados “graves.” Y que, así como un homicida no heredará el reino de los cielos si anda en la carne, una persona que viva en enemistades y airada, tampoco.
Para pasar de andar en la carne para andar en el espíritu, definitivamente necesitaremos un cambio de actitud. Necesitamos tener una actitud restauradora, llena de arrepentimiento genuino y renovación de la mente. La meta es que ese espíritu que vive dentro de nosotros, el Espíritu Santo, de frutos. Recordando siempre, que “…los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gal. 5:24 RV1960)
Sé que es un paso difícil de dar y que conlleva un proceso de cambio, pero eso es lo que Dios demanda de nosotros. Dios quiere ser quien gobierne nuestras vidas, y no nuestros deseos carnales. Una vez que logremos crucificar esas pasiones y deseos, podremos ser capaces de extenderle esa misma misericordia y gracia a los que nos rodean.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” (Gal. 6:1 RV1960)
Brindarle gracia y misericordia al prójimo, requerirá de una actitud restauradora de nuestra parte; y es algo que necesitamos cultivar y ofrecer para que juntos podamos sobrellevarnos las cargas mutuamente.
¿Te animas a desarrollar una actitud restauradora?
Ofrécete gracia a ti misma, y sé instrumento de gracia utilizado por Dios para bendecir a otros.