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Cuando hago una lista de las cosas por las cuales estoy agradecida, el agua siempre está entre las primeras de mi lista. Agua limpia para tomar y agua caliente para bañarme. Aprecié más las dos después de vivir y viajar en otros países. Pero mi perspectiva espiritual sobre el agua ha crecido. Sé que es el agua que nos limpia y nos salva (1 Pedro 3:20-22, Hechos 2:38). Además, vemos que el agua se personifica como Agua Viva en la persona de Jesús y a través del Espíritu Santo (Juan 4:13-14, Juan 7:37-39). Nunca tenemos que estar sin agua – la única agua que puede satisfacer la sed y limpiarnos de toda maldad.
Hoy, toma un momento para dar gracias por el agua, en todas sus formas y por todos sus beneficios.
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Fui rastrada, pateando y pegando grito, de una vida de “hacer.” Cuando un amigo me presentó el desafío de escribir una canción sobre mí misma en la universidad, “Mejor ocupada que aburrida,” fue mi lema y una profecía que se cumplió. Y he vivido esa vida al máximo. Muchos sospechan que los problemas de salud que comenzaron en el año 2009 fueron a raíz de mi estilo de vida muy ocupado. Regañada por no cuidarme, las advertencias fueron más verdaderas mientras más pasaron los días, los meses, y los años.
Avanza unas décadas al futuro desde los años en la universidad en los que casi no dormí. Hace poco cumplí los cuarenta años y requiero mucho más sueño que antes. No puedo mantener el mismo ritmo de vida que antes mantenía.
Pero, estoy convencida que no es solamente un producto del envejecimiento. Más también es una madurez espiritual desde una que siempre “hacía” como Marta a una que “era” como María. Porque todo tiene su momento y su propósito bajo los cielos (Ecl. 3).
Estoy contenta sentarme a los pies de Jesús sin una lista de quehaceres.
El ser renueva mi capacidad de hacer.
Sigo sintiéndome mal cuando falta algo que hacer, pero me contenta muchísimo ver a otros hacerlo, hasta de mejor forma que la que yo hubiera hecho.
La Marta en mí se mantiene bien ocupada. Y algunos de los que me conocen muy bien creen que debo dedicar más tiempo a la María en mí.
Pero, para hoy, doy gracias a Dios por la transición que Él ha realizado en mi vida. Las dos mujeres nos tienen mucho que enseñar. Y yo, sin duda, todavía tengo mucho que aprender.