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Escrito por Jennifer Percell, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en St. Joseph, MO
Los que viven en remotos lugares se asombran ante tus prodigios;
del oriente al occidente tú inspiras canciones de alegría. (Sal. 65:8, NVI)
¡Buen día Hermanas! Sí, es la mañana, la mañana de la alegría. Cada día que nos despertamos y tenemos la oportunidad de alabar al gran Dios del cielo es una nueva mañana de gozo.
Hace varios meses, estas declaraciones sólo habrían traído dolor a mi corazón. Mi corazón estaba envuelto en una gran nube de oscuridad. No sólo estábamos aislados en una pandemia aterradora, mi amada hermana mayor estaba sufriendo una enfermedad terrible, yo tenía muchas preocupaciones por mis hijos y yo también estaba sufriendo una enfermedad difícil. Parecía haber pocas esperanzas de alegrar cualquier mañana.
Mis oraciones fueron bastante desesperadas en esos meses. Dado que estoy limitada por la perspectiva humana, pude ver pocas posibilidades de cambio en cualquiera de las situaciones que me agobiaban. Mis súplicas desesperadas eran para que Dios trajera algún cambio a circunstancias aparentemente inmutables. Sin embargo, esas oraciones hicieron poco para consolarme, porque no podía ver las posibilidades. Sabía que la visión de Dios era mucho más grande que la mía, pero como no podía ver las resoluciones, mi corazón se negaba a tener esperanza.
Mientras escribo hoy, todavía estamos en medio de una pandemia aterradora. La enfermedad de mi hermana ha progresado hasta convertirse en una condición terrible, mi enfermedad sigue sin diagnosticarse y es bastante dolorosa, y todavía siento una gran preocupación por mis hijos y nietos. En medio de todo esto, lucho por describir mi alegría. Los ríos profundos de alegría insaciable que me han sobrevenido alimentan mi alma hambrienta de una manera que no he conocido en mis 61 años de esta vida difícil.
La forma en que Dios puso Sus grandes y fuertes manos en mi propio ser y reformó mi corazón fue más efectiva y perfecta que cualquier cirugía que pueda intentar sanar mi cuerpo. Me río a carcajadas ante mi débil perspectiva de creer que el cambio no era posible. ¿Alguien puede mirar al 2020 y sentir que la vida no cambia? Los cambios producidos al experimentar una gran turbulencia nos parecen muy negativos. Si pudiera contarte las oraciones contestadas que Dios me dio durante los últimos meses, podrías ver, y no podrías dejar de ver, Su gran mano en cada momento de mis días. Verás, como yo he visto, que cuando la vida es más desesperada es cuando nuestra visión finalmente se aclara, y el increíble e indescriptible amor del Dios del cielo brillará en brillantes arcoíris tecnicolor.
Mientras lloras y te lamentas con miedo, por favor abre los ojos y míralo a Él. Míralo llegando a tu corazón, haciendo tiernos y suaves ajustes a tu perspectiva. Ojalá pudiera describir cómo funciona. Si pudiera, no lo necesitaría tanto a Él. Sal de tu oscuridad y permite que el calor de Su luz te nutra. Hermanas mías, la mañana es muy, muy hermosa.
Lee Su palabra ahora mismo, lee cómo trabaja el Alfarero en Jeremías 18:4 e Isaías 29:16 y 64: 8.
Lee Lamentaciones 3:1-59 y canta nuevos cánticos de gozo eterno. ¿Como va tu mañana?
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Escrito por Mackenzie Lancaster, estudiante interna en el verano del 2017
Siempre me he disfrutado estar ocupada. En mis años de escuela quería participar en cada actividad, deporte, club, o lo que fuera. Este deseo y amor por estar ocupada siguió en la universidad, y durante los primeros dos años me gustaba el tiempo allí y sentía que estaba prosperando.
El semestre de la primavera de mi segundo año en Harding, yo fui a Chile para estudiar y me quedé por un mes más de lo que se quedó el grupo, para hacer un viaje de misiones. Ambas experiencias fueron magníficas, pero cuando regresé, sólo tuve una semana antes del comienzo de mi trabajo como una monitora para Simposio Honor, un campamento académico de honores que ofrece Harding cada verano para estudiantes en su penúltimo año de la secundaria. El campamento duró dos semanas y después de las dos sesiones sólo tuve dos semanas antes del comienzo de otro año de la universidad.
Lo que es interesante de los descansos de la universidad es que nunca parecen como un descanso, porque cuando se regresa de la universidad al hogar, hay familia y amigos quienes quieren reunirse contigo, hablar y pasar un rato contigo. Y eso es fabuloso, pero antes de que uno se dé cuenta, el descanso ha terminado. Esto ocurrió para mi ese verano. Por eso cuando regresé a la universidad para el semestre de otoño estaba exhausta… pero seguía disfrutando todo en lo que estaba participando y no pensaba mucho en mi vida ocupada.
Sin embargo, el semestre empezó a empeorar rápidamente, no me sentía como yo misma, algunas relaciones en mi vida parecían tensas o cansadas y no podía encontrar la solución para todo esto. Dormía mucho y sentía que estaba sobreviviendo a causa del café. Pero nunca me sentía descansada.
Finalmente recibí consejo profesional. Me dieron unos consejos sobre cómo podría mejorar mi vida y resolver algunos de mis problemas. Ella me dijo que el sábado que venía, tenía que descansar: no debía pensar en mi lista de tareas, debía quedar en mis pijamas todo el día, mirar algunas películas, leer un libro, hacer arte, cualquier cosa que me hacía sentir relajada y descansada, aún si no fuera “productivo” necesariamente.
La pregunta de ella que me sorprendió e hizo que me diera cuenta sobre dónde estaba en este momento de mi vida fue “¿Cómo está su fe ahora mismo?” Pues, pensé, “oraba cada noche, iba a capilla y a la clase de Biblia regularmente, pero ¿cuándo fue la última vez en la que empecé mi día leyendo la Biblia?” Me gustaba leer y dibujar en mi Biblia, pero no podía recordar la última vez en la que lo había hecho.
Así que después de esto, puse algunas metas para mí misma. Yo seguí con la semana y ese sábado no hice nada productivo. Yo hice cualquier cosa que esperaba hacer con más frecuencia pero que nunca sentía que podía. Y ese día empecé a leer y a dibujar en mi Biblia.
Aunque eso no resolvió todos mis problemas, noté un cambio casi inmediatamente en mí misma en los días y semanas que vinieron. No me había dado cuenta de cuánto mi vida había empeorado, y cuán exhausta estaba. Y la peor parte era que había sido tan desgastada que no estaba alimentándome espiritualmente.
Nuestra sociedad y cultura son tan aceleradas. Nos sentimos que tenemos que estar ocupadas y productivas constantemente, cada día. Dios está con nosotras en todo, y nos es necesario descansar; pero más específicamente, tenemos que descansar en Dios. Ambas eran cosas que se me habían olvidado por un rato, y mi vida de caos reflejó esto. Aún Dios pasó un rato descansando, y podemos verlo en la narrativa de la creación. Sin embargo, creo que David lo describe mejor en el Salmo 23:
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. (Salmos 23:1-3)
Me infunde nuevas fuerzas.