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Escrito por Sabrina Nino de Campos, líder del equipo portugués del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Gainsville, Texas
Me recuerdo que, durante mi lectura anual de la Biblia en una de las fases más difíciles de mi vida, justamente estuve leyendo el libro de los Salmos. Y me acuerdo que en una de esas noches donde me sentía débil y sin ganas de seguir, leí el siguiente versículo:
Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor me mande su amor, y de noche su canto me acompañe. (Salmo 42:8, NVI)
Los Salmos son tan poderosos y llenos de sentimientos humanos y reales. No todos los sentimientos son de felicidad, a veces son de dolor, a veces de enojo, a veces de indignación contra Dios mismo y hasta lástima por sentirse olvidado por Yahvé.
¿Los sentimientos negativos son malos? ¿Estos sentimientos nos impiden sentir gozo? Sentirnos gozosas no depende de que las situaciones de la vida estén perfectas.
La palabra Shalom viene del hebreo y puede significar bienestar. La sociedad hebrea preguntaba, “¿Cómo está tu Shalom?” y eso involucraba varios aspectos de la vida. ¿Cómo están tus ovejas? ¿Cómo está tu plantío? ¿Cómo está tu família? La idea de Shalom significaba harmonía, integridad, paz, florecimiento. Cuando todas las áreas de tu vida estaban en perfecta primavera.
Muchas veces, no sentimos que todo está en perfecta harmonía en la vida, pasamos por dolor que nos quita las fuerzas y las ganas de seguir. Así como muchos salmistas, y el propio Jesús, se sintieron en momentos. Pero, lo que redefine nuestro gozo y restaura nuestro Shalom es Yahvé.
No estaremos felices todo el tiempo, pero sí gozosas siempre en Él. Como los salmistas y como Jesús, no tenemos que esconder nuestro dolor o tristeza, pero podemos entregar todo lo que sentimos en las manos del Señor y descansar a la sombra de Sus alas. Nuestro Shalom, nuestra paz, viene de Él, quien nos hace completas. No porque todo es perfecto y en paz, pero porque Él es perfecto y es nuestra paz. Él se transforma en nuestro Shalom. La única manera de estar completas y gozosas.
Si redefinimos nuestra oración y redefinimos nuestras prioridades, ¡nuestro gozo también será redefinido!
Si hacemos que nuestra oración sea que de día el Señor mande Su amor y de noche Su canto nos acompañe, podemos recibir Shalom y Gozo que exceden el entendimiento.
¿Qué actitudes necesitas redefinir en tu vida para que tu gozo dependa del Señor y no de ti?
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Escrito por Débora Rodrigo, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en España, originalmente publicado el 19 de marzo de 2017
El mandato a regocijarnos en medio de las tribulaciones y estar gozosos en todo momento ha sido para mí, en muchas ocasiones, un reto incomprensible. Entiendo que la salvación es un motivo más que suficiente para estar gozosa y para desprender alegría. Pero hay situaciones en la vida en las que, sinceramente, sonreír es lo que menos me apetece.
Debemos entender que el gozo es algo mucho más profundo que la emoción de la alegría, que es momentánea y cambiante.
El gozo es un estado del alma, de lo más profundo de nuestro ser. Podemos tener un día horrible en el que todo sale mal; o podemos estar incluso pasando por una temporada especialmente difícil en nuestra vida. Eso producirá un cambio en nuestras emociones, y probablemente puedan mantenerse así durante unas horas, días, o semanas. Pero las circunstancias de la vida, ya sean pequeñas o grandes, no son las responsables del estado emocional de nuestra alma.
¿Qué hay dentro de tu alma? ¿Hay gozo? ¿o hay amargura? Puede parecer un tanto difícil identificar el estado de tu alma, pero en realidad, es mucho más sencillo de lo que pensamos. Observa tu conducta, escucha tus palabras y analízalas. El mismo Jesús nos dio la clave en Lucas 6:45, lo que almacenamos en nuestro interior es lo que se refleja en nuestra conducta y nuestras palabras. Si tenemos el alma inundada de amargura, amargura saldrá de nosotras, ya sea un día bueno, en el que todo parece ir bien, o un día malo, donde las cosas se tuercen. Si, en cambio, lo que predomina es gozo, irradiaremos gozo inevitablemente. Lo que está claro es que una fuente no puede echar por una misma abertura agua dulce y agua amarga (Sant. 3:11). Una de dos, o estás salpicando con gozo a los demás o les estás salpicando con amargura. Y por experiencia propia te digo: es muy fácil inundar nuestra alma de amargura, supongo que por eso Pablo repite con tanta insistencia que nos regocijemos.
Sea cual sea la situación que atraviesas en este momento de tu vida, sea que las circunstancias sean propicias o que se tornen contrarias; si la invitación a regocijarte te resulta inalcanzable, probablemente hayas dejado que el mar de amargura invada tu alma. Tengo buenas noticias para ti: el agua amarga puede ser convertida fácilmente en agua dulce. Sólo tienes que clamar a Dios y pedirle que te muestre qué hacer, así como se lo enseñó a Moisés (Éx. 15:23-25). Una simple oración fue suficiente para que Moisés supiera qué hacer para que el agua amarga con el que calmaría la sed del pueblo fuera transformada en agua dulce. Cambiar esa agua que invade tu alma no es más difícil para Dios que cambiar el agua física en la historia de Moisés. Clama a Dios, y Él responderá, Él tiene la clave para que esa agua amarga que te inunda se convierta en agua dulce. Él es la clave para que de tu fuente fluya gozo.