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Escrito por Corina Diaz, voluntaria del Ministerio Hermana Rosa de Hierro en Argentina
Al iniciar esta lectura te quiero invitar a que recuerdes, ¿cuál era tu vocación durante tu infancia?
Te cuento ahora mi propia historia: Cuando era niña, la mayoría de mis juegos tenían relación con ser médico y curar a las personas, por lo que era muy común recibir regalos que tenían relación con estos tipos de juegos, y a medida que fui creciendo, mi familia hacía más intencional el hecho de que yo sería una gran doctora. Así que, lo que fue un juego de niños fue convirtiéndose en una realidad, al finalizar mis estudios de enfermería estudié medicina, no me gradué, pero apunté mi vida a las ciencias de la salud, y actualmente soy profesora de Yoga restaurativo y me enfoco en ofrecer el yoga como una forma para prevenir el deterioro de la salud, constantemente estoy aplicando mis conocimientos adquiridos en mi pasado como enfermera. Hoy, puedo considerar que esto fue parte de la vocación a la que Dios me estaba llamando, y veo claramente como esa vocación se convirtió en parte de lo que soy: Mi identidad.
Después de reflexionar en mi propia vocación, recordé algunas palabras del apóstol Pablo a los Efesios en el capítulo 4:1b-6 “...Les ruego que vivan como deben vivir quienes, como ustedes, han sido llamados a formar parte del pueblo de Dios. Sean humildes, amables y pacientes, y brinden apoyo, por amor, los unos a los otros. Hagan todo lo posible por vivir en paz, para que no pierdan la unidad que el Espíritu les dio. Sólo hay una iglesia, sólo hay un Espíritu, y Dios los llamó a una sola esperanza de salvación. Sólo hay un Señor, una fe y un bautismo. Sólo hay un Dios, que es el Padre de todos, gobierna sobre todos, actúa por medio de todos, y está en todos”. (TLA)
La vocación, es definida como la inclinación que siente una persona en su interior para dedicarse a una determinada tarea. Algunos también la definen como un despertar espiritual que te impulsa a llevar una forma de vida, sin embargo, Pablo tiene una amplia perspectiva sobre esta palabra y un importante significado sobre nuestra identidad, “os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”.
Hace ya casi 15 años acepté esta vocación, al ir a las aguas del bautismo y seguir a Cristo, y te puedo decir que no ha sido un camino ligero, pero estoy totalmente convencida de que mi vida está constantemente renovándose en este llamamiento de pertenecer al pueblo de Dios, y de tener la gran de bendición de servir en múltiples maneras, este es el sello que Cristo me dio, que puedo mostrar su amor hacia los demás aunque todo a mi alrededor está cambiando y aunque quizá las cosas no van caminando como yo lo deseo, pero estoy consciente de que el llamado de Cristo es otro, -Sean humildes, amables y pacientes, y brinden apoyo, por amor, los unos a los otros-. Y es también, la nueva identidad que recibimos en Efesios 4:23-24, Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para ser como El.
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Publicado originalmente el 13 Julio de 2017
Escrito por Michelle J. Goff, fundadora y directora ejecutiva del Ministerio Hermana Rosa de Hierro
“Pero, ¿qué es lo que debo HACER?” Esta respuesta desesperada fue en reacción a mi sugerencia a SER lo que Dios le llamó a ser, permitiendo que Dios revelara, en Su debido momento, lo que debía HACER. Ella estaba buscando una lista de quehaceres, una agenda de actividades que le indicaría la dirección en la que debía andar, permitiéndole sentir que lo que estaba haciendo importaba.
Tenía un buen deseo, pero se había olvidado que la fe procede la acción.
Cuando vemos la enseñanza de Santiago sobre la importancia de nuestras obras, nos recuerda que no podemos tener una sin la otra: la fe y las obras, las obras y la fe. Están totalmente conectadas y no podemos tener una aparte de la otra. Separadas no tienen valor.
La verdadera fe, fundada en el Señor, caminando con Dios en relación y comunicación, transforma quienes SOMOS e informa lo que HACEMOS.
Sí, las acciones demuestran más que las palabras.
Y es verdad que los demonios creen y tiemblan.
Pero, ¿cómo es que mi creer, mi fe, quién soy en Cristo, influye y transforma lo que hago?
¿Qué dicen mis acciones?
Y cuando digo que creo, ¿qué estoy haciendo que marca la distinción entre mi persona, mi identidad, y la de los demonios?
Santiago 2:14-19, 26
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
Vivamos nuestra fe y que se revele por medio de nuestras obras y nuestra identidad en Dios.