“¡Alégrate, oh Israel! Vendrá, ya viene Emanuel.”
El coro de esta canción navideña fue cantado con mucho gusto y energía por mi sobrino de seis años durante el culto de adoración el domingo. Su exuberancia fue incomparable y su fe ejemplar. El hecho de que murmuró la letra de las estrofas no afectó para nada la manera, llena de fervor, en la que él se regocijó en cada coro.
Mi alma resonó con el grito de su corazón, “¡Oh ven, Emanuel!” Nos regocijamos en el hecho de que “Dios con nosotros” fue una profecía predicha (Is. 7:14) y una promesa cumplida (Mt. 1:22-24). Lo más bello es que no era algo de “una vez y ya.”
Por el Espíritu Santo, celebramos Emanuel diariamente para quienes creen y que han sido bautizados, dando la bienvenida a “Dios con nosotros” a ser “Dios en nosotros.”
Emanuel, para mí, se ha convertido en una invitación y recordatorio de mantener a Dios al frente en mis pensamientos y acciones. Además, si Dios es para mí, ¿quién contra mí?
O ven, o ven, Emanuel.
Sé el autor de mi vida.
Rescata mi alma cautiva.
Consuela y compunge.
Redime y recuerda.
O ven, o ven, Emanuel.
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¡Oh ven!, ¡Oh ven, Emanuel!
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