Moisés ya era viejo y se cansaba fácilmente. No podía mantener los brazos en alto, pero cada vez que se le caían, los israelitas, bajo el comandante, Josué, perdían la batalla contra los Amalecitas (Ex. 17:8-16). Entonces, Aarón y Jur, quienes le acompañaron en la cima de la montaña, encontraron una piedra donde se podía sentar y le levantaron los brazos, uno a cada lado, hasta que se ganaba la victoria.
Resaltar la significancia de la ayuda de Aarón y Jur es importante. Por su ejemplo, recordamos las maneras en las que otros nos han apoyado por amor, en tiempos difíciles… los versículos “los unos a los otros” en el Nuevo Testamento… el papel vital de la iglesia…
Sin embargo, el final de la historia es lo que revela lo que jamás podemos olvidar (Ex. 17:15). El altar que construyó Moisés se llamaba Yahweh Nissi, “El Señor es mi estandarte.” Es el nombre de Dios que proclama Su protección, liderazgo y liberación. Un estandarte se despliega en celebración y en honor de alguien. En este caso, reconocemos quién es Dios y lo que ha hecho.
Dios, Yahweh Nissi, es Él que hizo posible la victoria. Nos cansamos y nos debilitamos. Amigos pueden levantar nuestros brazos, pero es el Señor, nuestro estandarte, la fuente eterna de liberación, Él que merece toda la honra y la gloria, a quién llamamos hoy y celebramos.
¿Cómo has visto a Dios como Yahweh Nissi en tu vida? ¿Qué puedes celebrar en un estandarte hoy, algo de lo que te ha liberado?
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