La oración al final de Efesios 3 siempre ha sido una de mis favoritas. Nos recuerda del ancho, largo, alto y profundo que es el amor de Cristo… de Su poder que obra en mí… y que Él puede hacer muchísimo más de lo que puedo imaginar o pedir. ¡Increíble!
Estos versículos conocidos me llenan de esperanza, pero la renovación de fuerza vino cuando tomé un momento para reflexionar en la manera en la que la fe y el amor son elementos íntegros en hacer que todo eso sea posible. Cristo mora en mi corazón por fe. Y es esa fe que me permite comprender la grandeza de Su amor. Hasta puedo conocer ese amor que sobrepasa todo conocimiento. Ni me cabe en la cabeza esa verdad. Vuelve a leer esos versículos conmigo de Efesios 3:14-21. Y que tú también te arraigues y te cimientes en ese amor, llena de la fe que obra poderosamente en nosotras.
14 Por esta razón me arrodillo delante del Padre, 15 de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. 16 Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, 17 para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, 18 puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; 19 en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios.
20 Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, 21 ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.
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Arraigadas en fe y amor, una fuente de fuerza
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