Cuando estuve en la escuela, como a los 12 años, empecé a escribir en un diario de oraciones. Fue una manera más enfocada para expresar mis pensamientos y oraciones a Dios. También fue tremendo testimonio de cómo Dios estaba trabajando en mi vida al volver a leer las oraciones pasadas.
Unos años después de empezar esa práctica, le pedí a Dios que usara mi interés por los idiomas, para su gloria. Por el interés de mi hermana, toda la familia tomó un curso para aprender el lenguaje de señas y yo ya había empezado mi estudio del español.
Poco después de hacer esa oración, se presentó la oportunidad de recibir una estudiante brasileña en nuestra casa. También nos dio la oportunidad de conocer a su familia y recibirles en una visita. Mi español limitado y su inglés casi inexistente nos causó mucha risa al comunicarnos con su familia en portugués, pero hicimos un buen intento y tuvieron una linda visita.
En ese tiempo, pensé que ésa era la única manera en que Dios me estaba contestando esa oración sobre mi pasión por los idiomas. Ja! Estaba limitando el potencial de Dios en mi vida.
Te invito a tomar un momento para reflexionar sobre una oración que le hayas hecho a Dios. Puede que él no haya terminado de contestártela. No le limitemos en cómo nos él responde a las oraciones en nuestras vidas.