Los miércoles por la tarde, un grupo de chicas se reúne en el Starbucks de la Universidad de Harding para escuchar. Estamos practicando el escuchar a Dios y el escuchar las unas a las otras.
Cada semana, una chica distinta facilita la conversación, normalmente guiada por unas preguntas y versículos que le he dado de antemano.
Y para concluir nuestra reunión semana, nos hacemos dos preguntas:
1) ¿Qué has escuchado de Dios esta semana?
2) ¿Cómo te podemos animar a seguir escuchando?
Al principio del semestre, las respuestas a la primera pregunta fueron tentativas, confusas, e inseguras. Las chicas no tenían el hábito de escuchar a Dios, aunque tenían gran deseo de saber lo que les estaba diciendo.
El miércoles pasado, al compartir lo que cada una escuchó durante el descanso de la primavera, las respuestas de las chicas me inspiraron y me animaron. Cada una había pasado un tiempo concentrado escuchando a Dios, reflexionando y poniendo en práctica lo que habían escuchado. Luego, lo compartimos cuando nos reunimos.
Me emocionó tanto ser testiga de su transformación y el crecimiento en su escuchar. Y sé que a Dios les agradó tenerlas escuchándole y compartiendo lo que escucharon con otros.
Escuchamos a Dios de varias formas. Durante el descanso de la primavera, las chicas le escucharon por las Escrituras, la oración, la meditación, las amistades, la naturaleza… pero todo lo que escuchamos nos afirmó la fidelidad de Dios.
Dios es fiel. No cambia. Es sólido. Podemos depender de Él y nos tiene paciencia al aprender estas cosas. Nos deleitamos en esas verdades juntas.
Y mientras más esuchamos, más nos deleitamos en el escuchar.
¿Qué te está diciendo Dios hoy? ¿Le estás esuchcando?