A los niños le fascina jugar a escondites. Inician el juego y no importa cuántas veces salen por detrás de una silla, por debajo de una cobija, o por la cortina, se ríen con deleite y gozo de ver cómo ese deleite está reflejado en nuestras caras también.
Me maravillo que nunca cansan de deleitarse en esas cosas pequeñas.
¿Hay algo en el que te deleitas sin cansar?
Para mí, sé que nunca me canso de ver fotos o videos de mis sobrinos. Las fotos me dan el deseo de estar con ellos y mi amor abundante crece aún más.
Nos cuesta medir el deleite, pero estas reflexiones me recuerdan que Dios nunca cansa de deleitarse en nosotros. No importa que cosa más mínima que hemos hecho. Se deleita al ver su deleite reflejado en nuestras caras. Le encanta ver lo que estamos haciendo, quien somos y como nos estamos transformando. Es tan sencillo como eso: Somos un deleite a nuestro Padre celestial.
Espero que te deleites en esa verdad hoy.